19 de octubre
SAN PABLO DE LA CRUZ,
Confesor
No me he preciado de saber otra cosa entre vosotros,
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.(1 Corintios, 2, 2).
San
Pablo de la Cruz mostró, desde su tierna infancia, un amor ardiente por
Jesús crucificado. Ya sacerdote, obtuvo de Benedicto XIII permiso para
constituir una comunidad destinada a honrar muy especialmente la Pasión
del Salvador, y se retiró al Monte Argentaro, en la Toscana. Allí puso
los cimientos de la congregación de los Pasionistas. La Santísima Virgen
en persona indicóle el hábito que quería tomasen los nuevos religiosos;
un manto negro, adornado con las insignias de la Pasión. Tuvo el
consuelo de ver a su orden muy floreciente, y murió en Roma en el año
1775. Fue beatificado y en seguida canonizado por Pío IX.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN PABLO DE LA CRUZ
I. No podía San Pablo de la Cruz oír hablar de los sufrimientos del
Salvador sin deshacerse en un mar de lágrimas. ¡Y a nosotros, esos
sufrimientos nos dejan con los ojos secos y el corazón frío! ¿De dónde
procede esta indiferencia? ¡Ah! es que San Pablo de la Cruz meditaba
largamente sobre el misterio de la Pasión, mientras nosotros no nos
dedicamos a esta meditación sino por contados y breves instantes. Que aquel a quien se clavó por ti en la cruz permanezca para siempre clavado en tu corazón. (San Agustin).
II. Aun antes de ser ordenado sacerdote, San Pablo de la Cruz
disciplinábase a menudo, ayunaba todos los viernes no tomando ese día
otra bebida que vinagre mezclado con hiel. ¿Y qué hacemos nosotros para
honrar los sufrimientos de Jesucristo? ¿Qué sacrificios nos imponemos
para imitarlo? ¿Tan siquiera soportamos con paciencia los males que no
podemos evitar? ¡Qué vergüenza para nosotros buscar las comodidades de
la vida, mientras vemos a nuestra Cabeza coronada de espinas!
III. San Pablo de la Cruz murió escuchando la lectura de la Pasión
según San Juan. ¡Qué consuelo será para nosotros, en nuestro lecho de
muerte, si podemos recordar entonces que hemos honrado con nuestra
meditación y nuestros sufrimientos la Pasión de nuestro amabilísimo
Salvador! ¡Con qué confianza miraremos la señal de nuestra redención!
¡Con qué amor apretaremos a nuestros labios moribundos a Dios
crucificado por nuestra salvación! ¡Con qué gozo uniremos nuestra muerte
a la suya! Que estos pensamientos reanimen nuestro fervor. En la
cruz está la salvación, en ella la protección contra nuestros enemigos,
la fuerza del alma, el gozo del espíritu, la consumación de la virtud,
la perfección de la santidad. (Imitación de Cristo).
El recuerdo frecuente de la Pasión Orad por los agonizantes.
ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, que, para honrar el misterio de la Cruz, habéis enriquecido a San Pablo de la Cruz con
una caridad incomparable, y habéis querido por su ministerio hacer
florecer en la Iglesia una nueva familia religiosa, concedednos, por su
intercesión, que meditemos sin cesar en vuestra Pasión aquí en la
tierra, a fin de hacernos dignos de cosechar sus frutos en el cielo.
Por J. C. N. S.
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