16 de octubre
Vosotros lloraréis y gemiréis, y el mundo
se regocijará; os contristaréis, pero vuestra
tristeza se convertirá en gozo.
(Juan, 16, 20).
se regocijará; os contristaréis, pero vuestra
tristeza se convertirá en gozo.
(Juan, 16, 20).
Santa Margarita María Alacoque, rehusando
un ofrecimiento de matrimonio, entró a la edad de 24 años, en el convento de
las Visitandinas de Paray-le-Monial, donde dio los más hermosos ejemplos de
paciencia y humildad. Recibió, el 27 de diciembre de 1673, la primera de sus
grandes visiones del Sagrado Corazón, que terminaron en 1675. Su vida, en
adelante, estuvo consagrada al establecimiento de esta devoción y, en
particular, al de la fiesta del Sagrado Corazón. Murió en 1690.
I. Contempla a Jesús clavado en la cruz, mira cuánto
sufre en todo su cuerpo. Su sagrada cabeza está coronada de espinas, su rostro
magullado, sus manos y sus pies taladrados; todo su cuerpo, en fin, está
cubierto de llagas y es presa de los dolores más crueles. ¡He ahí el estado en
que se encuentra Jesús, mi Cabeza, mi Rey y mi modelo! Es menester que me
asemeje a Él, en esto consiste mi perfección y mi dicha. ¡Ay! vivo en medio de
placeres mientras Jesús es colmado de oprobios y sufrimientos. No conviene que los miembros sean
afeminados cuando la cabeza está coronada de espinas. (San Bernardo).
II. El Corazón de Jesús estaba sumergido
en amargura y dolores tanto como su cuerpo. Él preveía que sus sufrimientos
serían inútiles para la mayor parte de los hombres. Tenía piedad del
enceguecimiento de los judíos. Estaba afligido más de lo que se puede imaginar,
por la tristeza, los suspiros y las lágrimas de su Madre, al pie de la cruz con
el discípulo amado. ¡Oh espectáculo doloroso! ¿Puedo yo contemplar a Jesús y a
María en este estado sin derramar lágrimas, sin compadecer los dolores del Hijo
y la aflicción de la Madre?
III. Para librarme del infierno, Jesús
soportó esta muerte tan ignominiosa y tan cruel. Estaba yo perdido sin remedio
si no hubiera muerto Él por mí. ¡Nada había hecho para merecer este favor; y
aun ahora ni siquiera pienso en él! No sólo no doy mi sangre por este Dios que
murió por mí, sino que le rehúso una lágrima, un suspiro; ¡añado nuevos pecados
a mis faltas antiguas! Reconoce cuán grave es la herida del pecado, puesto
que fueron menester, para curarlo, las heridas de Jesucristo. (San Bernardo).
Meditación sobre la pasión
Orad por la conversión de los cismáticos.
Orad por la conversión de los cismáticos.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que habéis
revelado de admirable modo a la bienaventurada Virgen Margarita las inagotables
riquezas de vuestro Corazón, concedednos por sus méritos que como ella os
amemos en todas las cosas y por sobre todo, y que siempre tengamos nuestra
morada en vuestro corazón. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
siglos. Amén.