16 de octubre
SANTA EDUVIGIS,
Duquesa de Polonia
Viuda
Santa Eduvigis fue hija del príncipe Bertoldo, duque de
Carintia, marqués de Moravia y conde del Tirol. Era hermana de Santa Gertrudis y tía de Santa Isabel de
Hungría. Siendo aún niña
dispusieron sus padres que se educase en el monasterio de Benedictinas de
Lutzing, donde tenía todas sus delicias en pasar largas horas de oración delante de una
imagen de la santísima Virgen. Nunca la deslumbró el resplandor de su nobleza, y si
hubiese podido resistirse a la voluntad de sus padres,
jamás hubiera tomado otro esposo que a
Jesucristo. Pero quiso el Señor que la
santa fuese un ilustre modelo de perfección en el estado del santo
matrimonio; y a la temprana edad de sólo doce años la casaron con el príncipe
Enrique, duque de Silesia y de Polonia. Su primer cuidado fue estudiar el
genio y las inclinaciones del duque su marido para complacerle y ganarle el
corazón, y logrólo con tan buen suceso, que fue uno de los más cristianos y
virtuosos príncipes de Alemania. Tuvo de él tres hijos y tres hijas, a los
cuales crió ella por sí misma con tal acierto, que fueron más tarde la gloria
de varias cortes de Europa. Hicieron después los dos esposos voto de perfecta continencia
en manos del obispo, y desde aquel día entablaron una vida de mayor santidad y
perfección. La santa daba de comer en su palacio a gran número de huérfanos pobres, y
persuadió al duque su marido que
fundase el célebre monasterio de Trebnitz, gobernado por las religiosas
del Císter, donde eran recibidas cuantas viudas y doncellas deseaban consagrase
a Dios. Eran asperísimas las penitencias que hacía la santa, andaba los pies
descalzos por el hielo dejando en
él huellas ensangrentadas. Habiendo entrado Conrado, duque de Kirne, en
las tierras del duque de Polonia, dióle éste una batalla en la cual
quedó herido y prisionero. Como se resistiese Conrado a ponerle en
libertad a pesar de las razonables condiciones que se le propusieron, determinó la santa presentarse en la corte del enemigo. Al
verla Conrado en su
presencia, se llenó de un respetuoso terror y le concedió todo lo que pedía.
Murió poco después el virtuoso duque y su santa esposa le vio expirar con ojos
enjutos, diciendo: «Todos debemos recibir con humilde rendimiento, en vida y en
muerte las amorosas disposiciones de Dios». Favorecióla nuestro Señor con
el don de milagros y de profecía; predijo el día de su muerte mucho antes
de su última enfermedad. Después de haber vivido por espacio de cuarenta años
con grandes rigores, recibidos los santos sacramentos dio su alma al
Creador. Veinticinco años después de su muerte fue hallado su sagrado cadáver
consumidas todas las carnes, menos los tres dedos de la mano izquierda con que tenía asida una imagen de la
santísima Virgen, que toda la vida había llevado consigo.
REFLEXIÓN
¿Quién hallará una mujer fuerte
como dice el Sabio en los Proverbios? Tal será sólo aquella que, a imitación
de santa Eduvigis, sea verdaderamente virtuosa, y que ponga todas sus
aficiones, no en las galas, modas y otras vanidades por el estilo, sino en
cumplir exactamente con las obligaciones de su estado, en vivir bien con su
marido, en conservar la unión y la paz en la familia, cuidar el buen orden de
su casa y educar cristianamente a sus hijos.
ORACIÓN
¡Oh
Dios! que enseñaste a la
bienaventurada Eduvigis a renunciar de todo corazón a las pompas del mundo
por seguir con humildad el camino de tu cruz; concédenos por sus méritos
que aprendamos, a ejemplo suyo a menospreciar las perecederas delicias de
este siglo y a vencer por tu amor todas las adversidades de esta vida. Por
Jesucristo, Nuestro Señor. Amén