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5 de febrero
Nos hace servir de espectáculo al mundo,
a los ángeles y a los hombres.(1 Cor. 4, 9).
a los ángeles y a los hombres.(1 Cor. 4, 9).
¡Qué hermoso espectáculo para Jesús, ver a Ágata despreciar los halagos y amenazas del pretor, a fin de conservar su castidad y su fe! Se le quema el pecho, pero San Pedro se le aparece en la prisión y la sana. Se la desnuda y se la arrastra sobre trozos de vasijas rotas y brasas encendidas, y he aquí que un temblor derriba varios edificios y aplasta bajo sus escombros a dos miembros de la familia del tirano. Asustado el gobernador de las murmuraciones del pueblo, la hace conducir de nuevo a la prisión, en la cual expira, después de una breve oración, el año 251.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE SANTA ÁGATA
I. Santa Ágata resistió al mundo. Ni todos sus
honores pudieron seducirla. Sabía que los bienes de la tierra nada son
comparados con los celestiales. ¡Oh mundo, qué mala reputación es la tuya! Los
santos te abandonan y te desprecian; hasta tus partidarios se quejan de ti, y
dicen que sólo tienes bienes aparentes y males reales en exceso. Tú, que lees o
escuchas, estás convencido de esta verdad, y sin embargo amas al mundo. El
mundo es malo y lo amas; ¿qué no harías si fuese bueno? (San
Agustín).
II. La santa ha resistido a los hombres. Sus
amenazas como sus halagos han fracasado ante su constancia. ¡Cuán difícil es
resistir a estos dos enemigos, uno de los cuales ataca desembozadamente, y el
otro con astucia, sobre todo teniendo un cuerpo que se rebela contra el alma, y
que se inclina siempre para el lado de los placeres! ¿Qué hubieras hecho tú en
el lugar de Ágata, tú que ofendes a Dios a menudo antes que privarte de la menor
satisfacción?
III. Ágata, por su pureza, fue émula de los
Ángeles; o más bien, con San Ambrosio, digamos que la victoria de las vírgenes
es más gloriosa que la de los Ángeles, pues éstos, no teniendo cuerpo, ninguna
dificultad tienen en ser castos. Para conservar el tesoro de la pureza, es
menester, como los Ángeles, pensar siempre en Dios, obedecer incesantemente sus
órdenes, desasirse en cuanto sea posible de los placeres del cuerpo, y tener
amor sólo para el cielo y para Dios. El hombre casto y el Ángel difieren no
por la virtud, sino por la felicidad. La castidad de éste es más feliz, la de
aquél más valiente. (San Ambrosio).
La Castidad
Orad por las vírgenes.
ORACIÓN
Oh Dios, que entre otros milagros de vuestro
poder, habéis hecho obtener la victoria del martirio al sexo más débil, haced
por vuestra bondad que, celebrando la nueva vida que ha recibido en el cielo la
bienaventurada Ágata, vuestra virgen mártir, saquemos provecho de sus ejemplos
para marchar por el camino que conduce a Vos. Por J. C. N. S. Amén.
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