11 de octubre
LA MADRE DE DIOS DE BEGOÑA,
Patrona de Bilbao
LA MADRE DE DIOS DE BEGOÑA,
Patrona de Bilbao
Como una prueba de pescadores, marinos y
mercaderes nació Bilbao, en días remotos que la historia no los revela, entre
montañas, allá donde su ría no admite ya el remontar de los navíos y los
caminos de tierra, rutas de traficantes y arrieros, comienzan a adentrarse
trabajosamente hacia tierras de Castilla. Fue el año 1300, cuando don Diego
López de Haro, quinto señor de Vizcaya, que tal nombre ostentara, le otorgó,
"en el nombre de Dios e de la Virgen bienaventurada Santa María", y
"con placer de todos los vizcaínos", el título de villa. Mas don
Diego no fundó a Bilbao. La puebla existía ya y su caserío se apretaba -¿desde
cuándo?- a orillas del Nervión, en las tierras de Begoña que se asomaban a la
ría. Bilbao había nacido en Begoña. Ahora se emancipaba y en la carta puebla,
en el acta de emancipación, ya que no de nacimiento, dos nombres hacen para
nosotros su primera aparición, juntos entran en la historia y hermanados
continuarán a través de los siglos: Santa María de Begoña y Bilbao.
También el "monasterio" de
Santa María de Begoña existía ya. Tampoco sabemos desde cuándo. Si Bilbao, la
puebla de cabe el río, tenía una iglesia dedicada a Santiago -recuerdo
indudable del peregrinaje compostelano-, Santa María era el templo de la
anteiglesia. Bilbao apiñaba su caserío en torno a Santiago; pero Bilbao con
Santiago se asentaba al pie de la colina en que presidía sus destinos la Madre
de Dios de Begoña. Begoña dominaba geográficamente a Bilbao; su Virgen reinaba
en el corazón de sus hijos.
Cuando sus navíos, cansados de surcar los
mares del mundo, retornaban a Bilbao y, vencido el paso peligroso de la barra
de la desembocadura, enfilaban la ría y la remontaban -todavía sus márgenes no
estaban cuajadas de industria como hoy y conservaban la amenidad de una
naturaleza frondosa, siempre verde-, iban dejando a los lados la villa de
Portugalete, las ante iglesias de Guecho, Sestao, Baracaldo, Erandio, Deusto,
Abando... Bilbao no se dejaba descubrir fácilmente escondido entre sus montes.
El barco avanzaba. Una vuelta más de la ría y se divisarían las casas de
Bilbao; pero, antes de doblarla, en la nave se hacía el silencio y las miradas
se dirigían a la altura: acababa de aparecer el santuario de Begoña.
"Aquí se reza la salve", decían
unos letreros a la orilla. Y marinos en las aguas y viandantes en la tierra
rezaban la salve.
Hoy ya no existen los letreros. Las
orillas han sacrificado su amenidad y belleza en aras del progreso. Varias de
las anteiglesias han perdido su personalidad ante el empuje de un Bilbao
siempre creciente. Ya el marino tropieza con sus casas sin necesidad de tanto
navegar. Pero al llegar al último recodo, cuando va a asomarse al corazón de
Bilbao, sigue viendo en la altura la casa de la Madre de Dios de Begoña y el
paraje sigue llamándose la "Salve".
Begoña presidió el ir y venir de los
barcos por la ría y, con él, el movimiento comercial e industrial de Bilbao. Un
único cabildo servía a Santa María de Begoña y a las parroquias de Bilbao,
pregonando que, si la villa pudo emanciparse de la anteiglesia, su alma
religiosa continuaba vinculada a la Madre de Dios de Begoña. Begoña era el
santuario mariano de Bilbao cuando éste era Begoña y cuando dejó de serlo; hoy,
al cabo de los siglos, cuando la hija ha absorbido en su seno a la madre y
Begoña es Bilbao, su santuario sigue siendo el santuario por antonomasia de los
bilbaínos. Más aún: de todos los vizcaínos.
La Madre de Dios de Begoña. Tal es el
nombre tradicional de la Patrona de Vizcaya. Su imagen es la imagen de la Madre
de Dios, animada por hondo sentido teológico. Es la tradicional y clásica
imagen medieval de María. Ha superado las rigideces románicas, se ha humanizado
su figura y su expresión, la sonrisa florece hermosa en sus labios, el Hijo es
auténtico niño con graciosa cara de gitanillo travieso, pero continúa siendo
una talla hondamente teológica y religiosa. Es la Madre de Dios que sonríe a
los hijos de los hombres.
¿Desde cuándo veneran los vizcaínos a
Santa María de Begoña en las alturas de Artagan? No lo sabemos. El templo
antiguo fue derribado a principios del siglo XVI, sin dejar rastro, para ser
sustituido por otro más amplio y no sabemos si más hermoso. La escultura puede
bien remontar a fines del siglo XIII o comienzos del XIV; pero nada nos
autoriza a pensar que antes de ella no existiera, quizá, otra imagen que
centrara la devoción de los fieles bajo la misma advocación. El año 1300
existía ya Santa María de Begoña. No sabemos más.
Cuando dicho año fundó don Diego la villa
de Bilbao, el propio señor de Vizcaya era el patrono de la iglesia de Begoña. Y
siguió siéndolo hasta 1382, en que don Juan, que por herencia uniría el señorío
de Vizcaya y la corona de Castilla, la donó al
conde de Mayorga, hijo del difunto señor de Vizcaya Juan Núñez de Lara y de doña Mayor de Leguizamón. Desde
entonces Begoña quedó vinculada al primer linaje de Bilbao.
Mas la prosperidad de Begoña nada debe a
sus ilustres patronos. La historia del santuario es severa con ellos. La fama,
todo su esplendor a través de los siglos, se debe a la devoción de los
vizcaínos, begoñeses y bilbaínos en primer lugar. y cuando
decimos vizcaínos pensamos en el pueblo, en todo el pueblo, en que se confunden
ricos y pobres, linajes ilustres y vidas humildes.
Fue el pueblo -y no un magnate- quien con
sus limosnas levantó piedra a piedra, en el siglo XVI, el templo que hoy
existe. Fueron los mercaderes bilbaínos los que costearon la erección de
pilares y muros, y en ellos dejaron, no blasones nobiliarios, sino las marcas
mercantiles con que señalaban sus mercancías. Aún hoy las podemos divisar en
las alturas del templo, pregonando que es hijo de la devoción y del trabajo.
Ya en el siglo XVI encontramos la
devoción a la Virgen de Begoña derramada por Vizcaya y expresándose en multitud
de ex-votos y dones que el rigor de los tiempos y las guerras han hecho
desaparecer por completo, pero de muchos de los cuales conservamos memoria.
Y es en el siglo XVI cuando dos grandes
figuras de nuestra historia eclesiástica -San Ignacio de Loyola y el obispo de
Calahorra don Juan Bernal Díaz de Luco- fijan su mirada en Begoña para
convertirla en un centro de irradiación religiosa y reformador. El obispo se la
ofreció con insistencia al fundador y logró vencer sus primeros reparos para
que algunos miembros de la naciente Compañía fundaran en ella. Todo quedó en
proyecto, a pesar de sus deseos y de las gestiones de San Francisco de
Borja; quizá a causa de los pleitos que envolvían a Begoña por razón del
patronato.
Los siglos XVII y XVIII son espléndidos para
nuestro santuario. Los vizcaínos desparramados por diversas regiones de España,
por América y otros países, conservan la devoción a su Virgen y de lejos la
obsequian con sus presentes. Los navegantes surcan los mares en navíos que se
engalanan con el nombre de la Madre de Dios de Begoña. Y aun extranjeros que
pasaran por Bilbao, al volver a sus tierras, se acuerdan en ocasiones de
nuestra Virgen.
A Begoña llegan diariamente los vizcaínos
a confiar a la Virgen sus cuitas y a agradecerle sus alegrías. Son nuevos
sacerdotes que quieren celebrar su primera misa en su altar o vizcaínos
ilustres, como el almirante de la Armada Invencible, Juan Martínez de Recalde,
que quieren celebrar su matrimonio ante la imagen venerada. Terminada la
fábrica del templo, se preocupan de adornarlo y alhajarlo. Numerosas lámparas
de plata cuelgan de su bóveda, en especial ante el retablo principal, que es
tallado a mediados del siglo XVII por Antonio de Alloitiz sobre diseños de
Pedro de la Torre. La Virgen señorea desde su santuario. La sobria monotonía de
sus muros es rota por no pocos lienzos que conmemoran favores extraordinarios
concedidos por la Virgen a sus devotos. Se habla de auténticos milagros, que un
párroco diligente recogerá en su historia manuscrita, y de algunos de ellos se
instruirán procesos con todas las exigencias del Derecho. Rara vez sale la
Virgen de su santuario, y ello en ocasiones en que urgen necesidades graves,
tales las inundaciones de Bilbao. De éstas fue memorable la ocurrida en 1737.
Conservamos la información jurada de testigos que se llevó a cabo por mandato
de la autoridad diocesana; de ella resulta claramente que el retirarse de las
aguas coincidió con la bajada de la Virgen, a pesar de que era la hora de la
pleamar. La devoción a la Virgen crecía sin cesar; en 1699 se publicó por
primera vez su historia y al año siguiente era necesaria una nueva edición.
El siglo XIX es de historia triste para
el santuario. No es que descienda la devoción, antes al contrario; sino que
sobre Begoña se abaten las desgracias que van a atribular a Vizcaya. Se ha
escrito con razón que la historia de Begoña es el reflejo, en sus alegrías y
tristezas, de las de Vizcaya. El siglo XVIII había agonizado bajo él signo de
la guerra. En 1794 perdió Begoña toda su plata, sacrificada a los gastos de la
guerra contra los revolucionarios franceses que llegaron a ocupar Bilbao. Nos
dicen los documentos que Begoña entreg6 1.905 marcos de plata; con ella se
fundieron todas sus lámparas y perdimos uno de los apreciados recuerdos del
pasado.
La guerra de la Independencia continuó la
triste tarea de empobrecimiento: todas las alhajas desaparecieron en el saqueo,
y el párroco, don Domingo Lorenzo de Larrinaga, fue asesinado.
No repuesto el santuario de estos
reveses, se cierne de nuevo la guerra sobre él. En la primera guerra civil
carlista queda situado en la misma línea del frente. Los obuses arruinan su
torre y dañan seriamente al templo; la soldadesca desmandada asuela el interior
y destruye cuanto puede, incluidos el retablo y gran parte del archivo. A tal
estado quedó reducido el templo, que un contemporáneo lo comparó con "un
establo para ganado". En 1832, Y según consta de papeles oficiales, el
santuario no tenía lo absolutamente necesario. La imagen de la Virgen se había
salvado en la iglesia de Santiago de Bilbao, a la que fue llevada en los
momentos difíciles.
Trabajosamente había restañado las
heridas de su iglesia, cuando, a fines de 1873, ve retornar el fatídico azote
de la guerra, Una vez más en la línea del frente entre carlistas y liberales.
De nuevo forcejean los primeros por conquistar Bilbao. En vano. El santuario de
Begoña, convertido en defensa avanzada de la villa, es duramente trabajado por
las tropas sitiadoras. La imagen de la Virgen peregrina fuera del santuario.
Para evitar la profanación el cabildo acordó trasladarla al monasterio del
Refugio; los carlistas, para evitar que fuera bajada a Bilbao, la llevaron a la
ermita de los Santos Justo y Pastor, en el monte de Santa Marina, y de allí al
convento de los padres carmelitas de Larrea, en Amorebieta. Terminada la
guerra, y acompañada por las autoridades civiles y militares de Bilbao y
Begoña, fue repuesta en su trono. Nuevamente se impone la labor restauradora.
El 8 de septiembre de 1900 la imagen de
la Virgen fue coronada con gran solemnidad por el obispo de Vitoria, don Ramón
Fernández de Piérola, delegado para ello por la Santa Sede. Aquel año celebraba
Bilbao el sexto centenario de su villazgo.
Poco tiempo después, el 21 de abril de
1903, la Sagrada Congregación de Ritos declaró a la Virgen de Begoña patrona de
Vizcaya. Era la consagración canónica de una realidad ya histórica. Fue en 1738
cuando, a propuesta del párroco del santuario, las Juntas Generales de Guernica
proclamaron a nuestra Virgen patrona de Vizcaya, en atención a "la suma
devoción y profunda veneración que siempre y en todo tiempo ha demostrado y
manifestado este noble Señorío a la Virgen Santísima de Begoña", Este
acuerdo de las Juntas era consecuencia de una realidad vizcaína con respecto a
la Virgen. Exponente de esta devoción, incluso oficial, había sido el grabado
que el mismo Señorío publicó en 1672, con su escudo al pie de la imagen de la
Señora, a la que denominaba" especial protectora y abogada" del
Señorío.
Pero, adoptado el acuerdo en 1738, ningún
paso se dio para la confirmación canónica del mismo hasta 1903. La Diputación
Provincial en corporación proclamó el patronato de la Virgen sobre Vizcaya, en
Guernica, bajo el árbol que antaño cobijara las Juntas, el 9 de septiembre. En
días sucesivos los arciprestazgos de Vizcaya fueron llegando en peregrinación a
Begoña. Los actos debían de culminar el 11 con la peregrinación de Bilbao.
Las izquierdas trataron de
impedirla. El ministro de la Gobernación, García Alix, hizo una gestión cerca
del obispo de Vitoria para que la suspendiera. Monseñor Piérola, desde su lecho
de muerte, escribió al ministro: «La peregrinación tiene exclusivamente fines
religiosos; si la autoridad civil no dispone de fuerzas suficientes para
mantener el orden, sea ella quien la suspenda".
El ministro no se atrevió; pero sus
promesas de garantizar el orden fueron vanas. No sintiéndose suficientemente
fuertes, los elementos antirreligiosos de Bilbao fueron reforzados por un
contingente de desalmados traídos de una provincia cercana. Contando con la
pasividad, por no decir complicidad, del gobernador civil, ellos atacaron con
tiros y piedras a la peregrinación que, pacífica y compacta, subía a Begoña. No
pudieron impedir que unos 20.000 peregrinos llegaran al santuario. En las
calles quedó tendido el cuerpo de un peregrino con el pecho atravesado por dos
balas.
Bilbao había demostrado que sabía llegar
al trono de la Madre a pesar de la violencia. En el pasado del santuario de
Santa María de Begoña no escasean las páginas hermosas, pero hay sobre todas
ellas una especialmente bella y gloriosa, la que el pueblo vizcaíno recuerda
con el nombre sencillo y elocuente del Once de Octubre.
Y la Providencia ha querido que,
tras de varios traslados de fecha, sea hoy, el 11 de octubre, festividad de la
Maternidad de la Santísima Virgen, la fiesta litúrgica de la Patrona de
Vizcaya.
ANDRÉS E. DE MAÑARlCÚA NUERE