viernes, 8 de febrero de 2013

VIERNES DE LA CUARTA SEMANA



PRIMERA LECTURA
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre
Lectura de la carta a los Hebreos 13, 1-8
Hermanos:
Conservad el amor fraterno
y no olvidéis la hospitalidad:
por ella algunos recibieron sin saberlo
la visita de unos ángeles.
Acordaos de los que están presos
como si estuvierais presos con ellos;
de los que son maltratados
como si estuvierais en su carne.
Que todos respeten el matrimonio,
el lecho nupcial que nadie lo mancille,
porque a los impuros y adúlteros
Dios los juzgará.
Vivid sin ansia de dinero,
contentándoos con lo que tengáis,
pues él mismo dijo:
«Nunca te dejaré ni te abandonaré»;
así tendremos valor para decir:
«El Señor es mi auxilio: nada temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?»
Acordaos de vuestros jefes,
que os anunciaron la palabra de Dios
fijaos en el desenlace de su vida
e imitad su fe.
Jesucristo es el mismo
ayer y hoy y siempre.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc
R.  El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?  R.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.
El me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R.

EVANGELIO
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:
–Juan Bautista ha resucitado, y por eso los ángeles actúan en él.
Otros decían:
–Es Elías.
Otros:
–Es un profeta como los antiguos.
Herodes, al oírlo, decía:
–Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Felipe, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. En muchos asuntos seguía su parecer y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven:
–Pídeme lo que quieras, que te lo doy.
Y le juró:
–Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.
Ella salió a preguntarle a su madre:
–¿Qué le pido?
La madre le contestó:
–La cabeza de Juan el Bautista.
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
–Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla.
En seguida le mandó a uno de su guardia qu4 trajese la cabeza de Juan.
Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor.