Quien diere a uno de estos pequeñuelos un
vaso de
agua fresca solamente por razón de ser discípulo
mío, os doy mi palabra que no perderá su recompensa.
(Mateo, 10, 42).
agua fresca solamente por razón de ser discípulo
mío, os doy mi palabra que no perderá su recompensa.
(Mateo, 10, 42).
¡Cómo hablar de todos los infortunios que
este santo ha aliviado! Ninguno, al parecer, podría sustraerse de los ardores
de su caridad. Expósitos, jóvenes extraviados, niñas en peligro de perderse,
mujeres pervertidas, galeotes, cautivos de los moros, obreros inválidos,
alienados, mendigos sin techo, todos los infortunados, fueron objeto de su
infatigable solicitud. ¡Cuántas obras ha fundado, cuántas se han establecido
bajo su patrocinio después de su muerte! ¡Ah!, si un vaso de agua dado a un
pobre da derecho a una recompensa, cuál no debe ser la gloria de Vicente en el
cielo!
I. Dios promete recompensar a los
que dieren por amor a Él un vaso de agua al prójimo. ¡Qué recompensa no dará a
los que hayan hecho grandes limosnas y aliviado a sus hermanos en sus necesidades
temporales y espirituales! ¡Cuántas ocasiones dejamos escapar de ejercer la
caridad! Jesucristo nos pedirá cuenta de ello en el día del juicio. Parece que
nuestra salvación depende únicamente del bien o del mal que hubiéramos hecho a
nuestro prójimo.
II. Jesucristo mira como hecho a Él mismo
todo el bien o todo el mal que hacemos a nuestro prójimo. Todos los cristianos
forman un cuerpo cuya cabeza es Cristo; quien hiere los miembros hiere también
la cabeza. ¡Cuál no sería tu dicha, si pudieses dar de comer a Jesucristo,
vestirlo y consolarlo! Todo esto haces cuando realizas tus obras de caridad
para con los pobres. Aviva tu fe a fin de ver siempre a Jesucristo en la
persona de tu prójimo. Fácil te será entonces amarlo, honrarlo y hacerle el
bien.
III. Parece que Dios ha querido hacernos
dueños de nuestro destino cuando dijo, en varios lugares del Evangelio, que se
nos tratará como nosotros hayamos tratado a nuestro prójimo. Se nos juzgará
como hayamos juzgado a los demás; se nos dará si damos; se nos perdonará como
hayamos perdonado. Así, pues, sobre nosotros mismos recaerá todo el bien o el
mal que hacemos a los demás. ¡Cuán extraño, dice San Agustín, es ver a los
hombres maltratarse recíprocamente! ¿Las otras creaturas no proporcionan ya
bastantes ocasiones de sufrir?
La caridad para con los pobres
Orad por las Conferencias Vicentinas.
Orad por las Conferencias Vicentinas.
ORACIÓN
Oh Dios, que para evangelizar a los
pobres y realzar el brillo del sacerdocio cristiano, habéis revestido al
bienaventurado Vicente de una caridad y
una fortaleza verdaderamente apostólicas, haced, os lo suplicamos, que honrando
sus méritos, seamos fortificados por el ejemplo de sus virtudes. Por J. C. N. S
Amén.
