18 de diciembre
EXPECTACIÓN DEL PARTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
o
NUESTRA
SEÑORA DE LA O (*)
Esperar al Señor que ha de
venir es el tema principal del santo tiempo de Adviento que precede a la gran
fiesta de Navidad. La liturgia de este período está llena de deseos de la venida
del Salvador y recoge los sentimientos de expectación, que empezaron en el
momento mismo de la caída de nuestros primeros padres. En aquella ocasión Dios
anunció la venida de un Salvador. La humanidad estuvo desde entonces pendiente
de esta promesa y adquiere este tema tal importancia que la concreción religiosa
del pueblo de Israel se reduce en uno de sus puntos principales a esta espera
del Señor. Esperaban los patriarcas, los profetas, los reyes y los justos, todas
las almas buenas del Antiguo Testamento. De este ambiente de expectación toma la
Iglesia las expresiones anhelantes, vivas y adecuadas para la preparación del
misterio de la "nueva Natividad" del salvador Jesús.
En el punto culminante de esta expectación
se halla la Santísima Virgen María. Todas aquellas esperanzas culminan en Ella,
la que fue elegida entre todas las mujeres para formar en su seno el verdadero
Hijo de Dios.
Sobre Ella se ciernen los vaticinios
antiguos, en concreto los de Isaías; Ella es la que, como nadie, prepara los
caminos del Señor.
Invócala sin cesar la Iglesia en el
devotísimo
tiempo de Adviento, auténtico mes de María, ya que por Ella hemos de
recibir a Cristo.
Con una profunda y delicada visión de estas
verdades y del ambiente del susodicho período litúrgico, los padres del décimo
concilio de Toledo (656) instituyeron la fiesta que se llamó muy pronto de la
Expectación del Parto, y que debía celebrarse ocho días antes de la solemnidad
natalicia de nuestro Redentor, o sea el 18 de diciembre.
La razón de su institución la dan los padres
del concilio: no todos los años se puede celebrar con el esplendor conveniente
la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma o
la solemnidad pascual, en cuyos días no siempre tienen cabida las fiestas de
santos ni es conveniente celebrar un misterio que dice relación con el comienzo
de nuestra salvación. Por esto, speciali constitutione sancitur, ut ante octavum
diem, quo natus est Dominus, Genitricis quoque eius dies habeatur celeberrimus,
et praeclarus "Se establece por especial decreto que el día octavo antes de la
Natividad del Señor se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de
su santísima Madre".
En este decreto se alude a la celebración de
tal fiesta en "muchas otras Iglesias lejanas" y se ordena que se retenga esta
costumbre; aunque, para conformarse con la Iglesia romana, se celebrará también
la fiesta del 25 de marzo. De hecho, fue en España una de las fiestas más
solemnes, y consta que de Toledo pasó a muchas otras iglesias, tanto de la
Península como de fuera de ella. Fue llamada también "día de Santa María", y,
como hoy, de Nuestra Señora de la O, por empezar en la víspera de esta fiesta
las grandes
antífonas de la O en las Vísperas.
Además de los padres que estuvieron
presentes en el décimo concilio de Toledo, en especial del entonces obispo de
aquella sede, San Eugenio III, intervino en su expansión—y también a él se debe
el título concreto de Expectación del Parto—aquel otro gran prelado de la misma
sede San Ildefonso, que tanto se distinguió por su amor a la Señora.
La fiesta de hoy tenía en los antiguos
breviarios y misales su rezo y misa propios. Los textos del oficio, de rito
doble mayor, tienen, además de su sabor mariano, el carácter peculiar del tiempo
de Adviento, a base de las profecías de Isaías y de otros textos apropiados como
los himnos. Nuestro Misal conserva todavía para la presente fecha una misa, toda
a base de textos del Adviento. Es un resumen del ardiente suspiro de María, del
pueblo de Israel, de la Iglesia y del alma por el Mesías que ha de venir. Sus
textos—casi coinciden con la misa del miércoles de las témporas de Adviento, y
todavía más con la misa votiva de la Virgen, propia de este período—son de
Isaías (introito, epístola y comunión ) y del evangelio de la Anunciación. Las
oraciones son las propias de la Virgen en el tiempo de Adviento.
Precisamente en la víspera de este día dan
comienzo las
antífonas mayores de la O, llamadas así, por empezar todas ellas
con antífonas mayores del Magnificat: O Sapientia, O Adonai, O Emmanuel..., veni!
ROMUALDO Mª DÍAZ CARBONELL, O. S. B
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* Año Cristiano, Tomo IV, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1966