Bien sé de quién me he fiado, y estoy
cierto
de que es poderoso para conservar
mi depósito hasta aquel día.
(2 Timoteo, 1, 12).
de que es poderoso para conservar
mi depósito hasta aquel día.
(2 Timoteo, 1, 12).
San Sabas, nacido en Capadocia en el año
439, a los ocho años de edad entró a un monasterio cerca de Cesárea y, después,
atraído por los Santos Lugares, se fue a habitar una gruta junto al torrente
del Cedrón, donde no había, en la Cuaresma, otro alimento fuera de la Santa
Eucaristía, y donde muy pronto tuvo numerosos discípulos. Un día, un león le
dejó su caverna. Fue a combatir a los eutiquianos en Constantinopla, y fue
llevado, no obstante su pobre vestimenta, ante Anastasio II. Más tarde, el
emperador Justiniano, habiendo ido a verlo, fue abandonado por él no bien San
Sabas oyó llamar para el oficio divino. Murió en el año 532.
I. Espera en Dios, pero témelo: la
esperanza sin el temor conduce a la pereza espiritual, el temor sin la
esperanza conduce a la desesperación. Dios es bueno, quiere salvarnos: ¡cuán
consolador es este pensamiento! Dios es justo, puede condenarnos: ¡cuán
terrible es este pensamiento! Dios mío, temo vuestra justicia, pero tengo
confianza en vuestra bondad; emplead conmigo, no los rigores de vuestra
justicia, sino las dulzuras de vuestra misericordia.
II. Espero de vuestra bondad vuestra
gracia en este mundo y vuestra gloria en el otro. No es de mi ingenio ni de mi
trabajo ni de mis amigos de quienes espero mi felicidad; de Vos es, oh Dios,
que sois el único apoyo de mi esperanza. Tampoco son riquezas, placeres y
honores lo que espero de vuestra liberalidad; yo espero, deseo, pido solamente
vuestra santa gracia; dadme vuestro santo amor, quitadme todos los bienes de la
tierra, y estaré demasiado contento y demasiado rico. Al ver nuestro desinterés
en los bienes celestiales y nuestro apego a los bienes de este mundo, diríase
que no tenemos ni fe ni esperanza. Pecamos contra la fe y la esperanza;
parece que no creemos sino en la vanidad y en la mentira. (San Cipriano).
III. Mi esperanza no está fundada en mis
trabajos sino en los méritos de mi Salvador Jesucristo. Si considero mi
flaqueza, no me queda sino esperar el infierno; pero si dirijo mis miradas a
Jesús crucificado por mí, debo esperar el paraíso. ¡Que se levanten contra mí mis
enemigos, no seré confundido, porque es en Vos en quien espero y no en mí,
Señor! (San Agustín).
La esperanza en Dios
Orad por vuestros
superiores eclesiásticos.
Orad por vuestros
superiores eclesiásticos.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Señor, que la
intercesión del santo abad Sabas nos haga agradables ante vuestra Majestad, y
que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestros méritos.
Por J. C. N. S. Amén.
- Santoral de Juan Esteban
Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)