29 de abril
(Mateo, 24, 44).
San Pedro de Verona renunció desde su
infancia a los errores de los cátaros. Las promesas y amenazas de sus padres
fueron impotentes para hacerlo vacilar en la constancia de su fe. Entró en la
orden de Santo Domingo, y vivió en ella con tanta inocencia que se asegura que
jamás cometió ningún pecado mortal. Ardientemente pedía a Dios la corona del
martirio. Sus deseos fueron escuchados. Nombrado inquisidor de la fe, se atrajo
el odio de los herejes, y uno de ellos, que lo acechó en el camino de Como a
Milán, le hendió la cabeza con un mandoble de espada, en
1252.
I. El pecador vive en tinieblas y en
ceguera. Las pasiones oscurecen en él las luces de la razón y de la fe. No
consulta como a regla de su conducta, sino su placer, su interés y los deseos
de su corazón desordenado. Si siguiese las luces de la razón, ¿se expondría
acaso a suplicios eternos por placeres tan breves y tan vanos? ¿Si se
comportase según las luces de la fe, buscaría por ventura con tanto afán las
riquezas, que son tan grande obstáculo para la salvación de muchos?
II. El pecador recobra en el momento de
la muerte estas hermosas luces de la razón y de la fe que durante su vida se
habían oscurecido. Entonces la razón le hace ver cuán insensato fue en trabajar
toda la vida para amontonar riquezas perecederas, para hacerse de amigos que no
quieren o no pueden socorrerlo. La fe le representa, en todo su horror, los
suplicios del infierno en los cuales no quiso pensar cuando gozaba de perfecta
salud. Despabílase entonces del profundo adormecimiento en el que vivió; abre
los ojos a esta horrible realidad que no quiso prever.
III. En esta diferencia que existe entre
la muerte y la vida del pecador, hay sin embargo un punto en que concuerdan: ha
vivido como impío, muere como impío. Los santos mueren santamente, porque han
vivido santamente; los malvados perseveran en el crimen en el momento de la
muerte porque en él perseveraron durante la vida. ¿Quieres saber cómo morirás?
Mira cómo vives.
La constancia
Orad por las órdenes religiosas.
Orad por las órdenes religiosas.
ORACIÓN
Dios omnipotente, haced benignamente que
imitemos con un celo digno de Vos la fe del bienaventurado Pedro, vuestro
mártir, quien, por la propagación de esta misma fe, mereció recibir la palma
del martirio. Por J. C. N. S.
* Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J.