9 de febrero
San Miguel Febres
Cordero(año 1910)
Hermano Cristiano, Educador y Publicista.
El niño de pies deformes que llegó muy lejos.
Cuando Miguel Febres era muy niño, todos le tenían
lástima por sus pies deformes. Pero pocos educadores han llegado tan lejos como
él en éxitos educativos.
El día de su nacimiento en Cuenca, Ecuador, el 7 de
noviembre de 1854, sus padres tuvieron una gran tristeza al ver que el niño
tenía los pies deformes. Y a los cinco años el pequeñín todavía no había dado
los primeros pasos.
Pero sucedió que un día observando un rosal florecido
en el jardín de su casa gritó: "Miren qué hermosa es la señora que está sobre
las rosas". Acudieron los familiares pero no vieron nada especial; sin embargo
el niño seguía diciendo: "Miren cómo es de hermosa. Tiene un vestido blanco y un
manto azul y me llama". Y luego todos quedaron maravillados al ver que el niño
se levantó y comenzó a caminar. Estaba curado. La Virgen había empezado a
ayudarle de manera impresionante.
El gran Presidente del Ecuador, católico ejemplar y
mártir, Gabriel García Moreno, hizo llegar a su país a los Hermanos Cristianos,
formidables educadores. Y estos buenos religiosos fundaron un colegio en Cuenca,
y allí fue matriculado Miguel Febres, el cual quedó encantado de las cualidades
pedagógicas que tiene los Hermanos de la Salle. Miguel sobresalía entre los
alumnos por su gran inteligencia pero sobre todo por su inmenso deseo de
aprender. Cuando los demás alumnos se iban a sus casas, él se quedaba en el
colegio repasando sus lecciones y ayudando a los religiosos en los oficios de la
casa. Ellos empezaron a tenerle gran aprecio y especial cariño.
Miguel deseaba ser Hermano Cristiano, pero sus
familiares se le oponían porque ellos eran de clase rica y en cambio aquellos
religiosos vivían muy pobremente en ese tiempo en Ecuador. Lo envían a otro
instituto pero allí se enferma y tiene que volver a su casa. Entonces al fin la
familia le permite hacerse religioso Lasallista y toma el nombre de Hermano
Miguel. Es transferido a Quito para que la familia no logre allá en Cuenca
atraerle mucho hacia la vida mundana.
El trabajo del Hermano Miguel desde que entra a la
comunidad hasta su muerte será sumamente intenso y no conocerá descanso ni
tiempos perdidos en inutilidades. Dedicado de tiempo completo a ser útil a los
demás, todas las horas del día dando clase, enseñando catecismo, atendiendo
enfermos, estudiando idiomas (logra hablar cinco idiomas: alemán, inglés,
italiano, francés y latín) y escribiendo libros.
El hermano Miguel se ha convencido del enorme influjo
que las buenas lecturas ejercen en las personas. Para muchos será más provechoso
leer un buen libro que escuchar un sermón. Hay gentes a las cuales el Señor Dios
les quiere hablar por medio de una buena lectura, y allí en las páginas de un
libro formativo les espera la gracia divina para transformarlas. Por eso nuestro
santo se dedica con una actividad casi increíble a propagar libros formativos
entre el pueblo.
Es interesante constatar que el Hermano Miguel, sin
haber hecho cursos especiales, sólo con el propio esfuerzo por autoformarse y
autoinstruirse, logra llegar a publicar más de cien libros en una nación pequeña
como es Ecuador. Muchos de sus libros son adaptaciones de obras que habían
gustado en otros países. El estilo que nuestro hermano tenía para dar clases era
muy ameno y agradable, y ese mismo estilo fue el que empleó en los libros que
publicó. Por eso agradaban tanto a la gente sencilla.
Fue admitido como socio en la Academia Ecuatoriana de
la Lengua, y en la Academia de Venezuela, y en la de Francia. Pero más que estos
honrosos títulos mundanos, un título que él aprecia inmensamente es el
"Preparador de niños a la Primera Comunión". Por 26 años seguidos preparará
tandas y tandas de niños cada uno a recibir la primera vez a Jesús en la
Eucaristía. Y esa preparación la recordarán después sus alumnos con gratitud y
veneración.
En 1907 los Superiores Mayores de su congregación lo
invitan a que vaya a Europa a dirigir la publicación de libros que la Comunidad
repartirá por muchos países. Se dirige a Bélgica, pero el clima de aquel país,
con sus inviernos tan rígidos, le afecta la salud. Sin embargo, sigue trabajando
fuertemente. Lo trasladas a España, donde el clima es más suave, y el 9 de
febrero de 1910, atacado por una pulmonía, muere santamente.
Los hermanos le comentan la gran falta que su
prodigiosa actividad le va a hacer a su Congregación, y él les responde: "Otros
lo harán mejor que yo", y recuerda aquel consejo de Jesucristo: "Cuando hayáis
hecho lo que se os ha encomendado, decid: siervos inútiles somos. Solamente
hicimos lo que teníamos el deber de hacer" (Luc. 17,10).
Después de su muerte empezaron a obtenerse milagros
maravillosos por la intercesión del hermano Miguel, y el 21 de octubre de 1984
el Papa Juan Pablo II lo declaró santo.
San Miguel Febres Cordero: te rogamos por todos
los que en el mundo se dedican a publicar, o a difundir buenas lecturas. Haz que
a imitación tuya nos gastemos y nos desgastemos por llevar a muchos otros ese
mensaje salvador que es un libro religioso. Recuérdanos a todos que leer
periódicos es leer para olvidar, pero que leer un buen libro es leer para
recordar. Y que abrir un libro espiritual es empezar a escuchar mensajes
salvadores del Dios del cielo.
Propósito: Recordaré aquel consejo de San Alfonse
de Ligorio: "En vez de hacer penitencia llevando cilicios o dándose azotes, un
buen sacrificio que hace inmenso bien al alma consiste en esto: no dejar un día
sin leer alguna página de un libro espiritual. Esto sí hace progresar el alma y
lo lleva hacia la santidad." ¿Seré capaz de hacer un sacrificio tan provechoso?
¡Quiera Dios que sí logre hacerlo!.
Fuente: EWTN
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