8 de Febrero 
 San Jerónimo Emiliani 
Fundador de los Padres Somascos (1537) 
Jerónimo 
significa: "un nombre sagrado" (Jero = sagrado, Nomo = nombre). 
Jerónimo 
nació en Venecia, Italia, el año 1486. 
De joven fue militar y llegó a ser comandante de las fuerzas 
que defendía la ciudad de Castelnouvo de Quero. 
Las fuerzas enemigas francesas, muy superiores en número, 
lograron tomar a Castelnouvo y Jerónimo cayó prisionero, y encarcelado en un 
calabozo con cadenas en manos y pies. Y éste fue el golpe de gracia para su 
conversión. 
Hasta entonces había llevado una vida muy mundana, pero en 
la soledad de la cárcel se dedicó a meditar en aquellas palabras de Jesús: ¿De 
qué le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo? Y se 
propuso dedicar su vida entera y todas sus energías a tratar de conseguir su 
propia santificación y la salvación de muchos otros. 
Estando en la tenebrosa prisión, y viendo que humanamente no 
tenía remedio para aquella aflicción, se dedicó a rezar con toda fe a la 
Santísima Virgen María para que le consiguiera de Dios su pronta liberación. Y 
he aquí que de la manera más inesperada son quitadas las cadenas de sus manos y 
de sus pies y logra salir sin que los guardianes se le opongan. En el silencio 
de la cárcel había encontrado la amistad con Dios por medio de la oración y la 
meditación. 
Reconociendo que su liberación de la cárcel era un favor 
especialísimo de la Sma. Virgen, se dirigió ante la imagen de Nuestra Señora en 
Treviso y a sus pies dejó sus cadenas y sus armas de militar, como recuerdo y 
agradecimiento y se propuso propagar incansablemente la devoción a la Madre de 
Dios. 
Por aquellos tiempos apareció en Italia una serie de 
apóstoles formidables que se propusieron, iluminados por el Espíritu Santo, 
enfervorizar al pueblo en la piedad, y dedicar el mayor número posible de 
personas a obras de caridad en favor de los necesitados. Algunos de estos santos 
fueron: Santa Catalina de Génova, San Cayetano, San Camilo de Lelis, San 
Bernardino de Feltre, San Felipe Neri, San José Calazans, y Santa Angela de 
Merici. Un verdadero "sindicato" de apóstoles de la caridad. A ellos se unió San 
Jerónimo. 
En 1531 se propagó por Italia la terrible peste del cólera. 
Jerónimo vendió todo lo que tenía, incluso los muebles de su casa, y se dedicó a 
atender a los enfermos más abandonados. El mismo tenía que cavarles las 
sepulturas y llevarlos al cementerio, porque casi nadie se atrevía a 
acercárseles, por temor al contagio. También él se contagió de la terrible 
enfermedad, pero por favor de Dios logró curarse. 
Miles y miles de niños pobres quedaron huérfanos y 
desamparados, por la muerte de sus padres en la epidemia de cólera. Entonces 
Jerónimo se dedica a recogerlos y a proporcionales alimento, vestido, hospedaje 
y educación, todo totalmente gratis. De casa en casa va pidiendo limosnas para 
poder ayudar a sus niños huérfanos. Muchos le colaboran. Levanta dos grandes 
edificios; en uno recibe a los niños y en el otro a las niñas. Y como muchas 
mujeres ante la absoluta miseria se han dedicado a la prostitución, entonces el 
santo funda una Casa para mujeres arrepentidas y allí aprenden costura, bordados 
y otras artes para ganarse la vida honestamente. 
Varios de sus amigos y colaboradores deseaban dedicarse por 
completo a la obra de atender a los niños huérfanos y desamparados, y con ellos 
fundó el santo una nueva comunidad, en Somasca, cerca de Milán. El nombre de 
esta congregación religiosa fue de "Servidores de los pobres", pero en recuerdo 
al sitio donde se efectuó su fundación, ahora se llama la Comunidad de los 
Padres Somascos. En la actualidad tienen unas 75 casas en el mundo con unos 500 
religiosos, y se dedican preferencialmente a educar niños 
desamparados. 
Las gentes decían que la vida de Jerónimo Emiliani estaba 
toda hecha de caridad. Que de él se podía repetir (en sus debidas proporciones) 
el elogio que fue hecho de Jesús: "Pasó su vida haciendo el bien" (Hech. 10,38). 
Nadie que viniera a pedirle un favor quedaba sin ser atendido. Lo llamaban "el 
paño de lágrimas" de los que sufrían y lloraban. No reparaba en ningún 
sacrificio con tal de hacer el bien, especialmente a los niños más pobres, para 
los cuales se sacrificaba hasta el extremo con tal de conseguirles maestros, 
alimentos y toda clase de ayudas espirituales y materiales. 
Y Dios premiaba su oración, su caridad y su sacrificio, 
permitiéndole obrar frecuentes milagros. A muchos enfermos los cuidaba como 
especializado y amable enfermero, y a varios otros les colocaba las manos sobre 
su cabeza y los curaba de sus enfermedades. 
La fama de sus milagros se extendió por todos los 
alrededores de las ciudades donde trabajaba. 
Viajaba por los campos predicando misiones, y en los ratos 
libres se iba a trabajar con los campesinos y aprovechaba la confianza y el 
cariño que éstos le tenían, para darles buenos consejos y ponerlos en amistad 
con Dios. 
Volvió a propagarse la peste del cólera y San Jerónimo 
volvió a dedicarse a curar enfermos, a llevarles alimento y vestidos y a 
enterrar personalmente a los muertos llevándolos sobre sus hombros. Pero se 
contagió de la violenta enfermedad y en pocos días estuvo agonizante. Era el 
buen amigo que ofrecía su vida por sus amigos. 
Cuando apenas tenía 56 años de edad, murió santamente el 8 
de febrero de 1537. Después de muerto hizo numerosos milagros y el Papa Clemente 
XIII lo declaró santo en 1767. Después el Pontífice Pío XI lo declaró Patrono de 
los niños huérfanos en 1928. 
Propósito: Recordaré una frase de Jesús que animaba mucho a 
San Jerónimo para dedicarse al apostolado: "Todo el que reciba a un niño en mi 
nombre, me recibe a Mí. Quien regale aunque sea un vaso de agua, en razón a que 
es discípulo mío, no quedará sin recompensa. Todo el bien que habéis hecho a los 
demás, aun a los más humildes, lo recibo como si me lo hubierais hecho a Mí 
personalmente" (Mt. 25,40). 
Señor Jesús: haz que nuestro corazón sea tan generoso para 
ayudar a los niños pobres y necesitados como lo fue tu Corazón Santísimo y el 
corazón de los grandes santos que dedicaron su vida al bien de la juventud 
abandonada. 
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Fuente: EWTN
