2 de enero
SAN ADELARDO,*
AbadBuscad primero el reino de Dios y su justicia,
y todas las demás cosas se os darán por añadidura.
(Mateo, 6, 33)
San Adelardo, nieto de Carlos Martel, abandonó
la corte a la edad de veinte años para
retirarse al monasterio de Corbie (Francia). Luis el Bonac sospechó que el santo había
favorecido las pretensiones de su pupilo Bernardo, hijo de Pepino, a la sucesión de Carlomagno, y lo
confinó a la isla de Noirmoutiers. Mas, reconociendo su error, lo llamó
a la corte. A fuerza de insistentes súplicas obtuvo el santo que se le
dejase volver a Corbie, para reasumir el gobierno de su monasterio. Mucho
contribuyó, con el célebre Alcuino, a hacer que volviese a florecer en
los monasterios el amor a la ciencia. Murió
el 2 enero del año 827.
MEDITACIÓN SOBRE
EL FIN DEL HOMBRE
EL FIN DEL HOMBRE
I. No estamos en este mundo sino para amar a Dios, para honrarlo, y para alcanzar
nuestra salvación. Examina con atención esta verdad; he ahí en lo que debes trabajar durante este
año y
durante toda tu vida; todos tus otros proyectos son inútiles, peligrosos o criminales. ¿Hasta ahora has
empleado tu vida en buscar, honrar y amar a Dios? Examínate, humíllate,
corrígete. Busquemos a Dios sincera y únicamente. El alma racional está
creada a imagen de Dios: todas las creaturas pueden ocupar nuestra alma, pero
sólo Dios es capaz de llenarla. (San Bernardo).
II. Todas las creaturas son medios que Dios
te ha dado para alcanzar tu fin. Las ha creado para que te sirvan, como te ha
creado para que Le ames; sin embargo, consideras esas creaturas como tu último
fin. ¿Acaso no parece que piensas que el oro y la plata, los placeres y los
honores son los que deben darte la felicidad? Dejas a Dios por la creatura; te
sirves de sus dones para ofenderlo; los medios que te había proporcionado para
ir a Él, de Él te alejan.
III. Debo, pues, en adelante, amar lo que me
puede conducir a mi último fin. La observancia de los mandamientos de Dios y la
práctica de las virtudes son los medios por los cuales lo alcanzaré. El
pecado y el mal uso de las creaturas me alejarán de él. No es necesario que
sea rico o dichoso en este mundo, siempre que gane el cielo. Preguntémonos, a
menudo, a ejemplo de San Bernardo: ¿Para qué he venido a este mundo?
La pureza de intención
Orad por los herejes.
Orad por los herejes.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Señor, que la
intercesión del bienaventurado Adelardo nos haga agradables a vuestra Majestad,
a fin de que obtengamos, por su asistencia, lo que no podemos esperar de
nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén
*Santoral de
Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo I, (Ed. ICTION,
BuenosAires, 1982)