de la vida presente nos producen
el eterno peso de una sublime
e incomparable gloria.
(2 Corintios, 4, 17).
el eterno peso de una sublime
e incomparable gloria.
(2 Corintios, 4, 17).
San Sotero, Papa, gobernó la Iglesia durante
tres años y algunos meses, bajo el reinado del emperador Marco Aurelio. Después
de haber dictado sabias leyes y dado grandes ejemplos de virtud, magnánimamente
padeció el martirio.
San Cayo, pariente próximo del emperador Diocleciano, fue también Sumo Pontífice. Se vio obligado, para evitar la persecución, a ocultarse en las catacumbas. Después de doce años de pontificado, recibió la corona del martirio, junto con su hermano Gabino, en el año de Jesucristo, 296.
San Cayo, pariente próximo del emperador Diocleciano, fue también Sumo Pontífice. Se vio obligado, para evitar la persecución, a ocultarse en las catacumbas. Después de doce años de pontificado, recibió la corona del martirio, junto con su hermano Gabino, en el año de Jesucristo, 296.
I. Lo que al presente sufrimos es poca
cosa en comparación con la recompensa que nos espera. Por tanto, no debemos
inquietarnos por los males que nos acaecen. Si comparamos nuestra vida de un
momento con la eternidad que la sigue, y que será su premio, nuestras pruebas
nos parecerán poca cosa. Todo lo que acaba es corto. (San Agustín).
II. La recompensa que nos ha sido
preparada en el cielo es eterna en duración e infinita en grandeza. ¿Por qué
amamos tan ardientemente esta vida, que nos mantiene alejados de una tan
completa felicidad? ¿Por qué no buscamos aquello por lo cual adquirimos una
felicidad eterna? ¡Que Dios sea el único objeto de nuestros deseos. Él a
quien veremos sin fin, a quien amaremos sin disgusto, a quien alabaremos sin
fatiga! (San Agustín).
III. La sola esperanza de poseer a Dios
debe ya hacernos dichosos y ponernos contentos desde esta vida. Esta esperanza
es la que da a los mártires la fuerza para soportar terribles tormentos, a los
penitentes endulza sus lágrimas y austeridades. Contempla, pues, a menudo el
cielo, y en viéndolo, di: ¡He ahí el trono que me prepara Dios! Todo pasa, sólo
la eternidad perdura. Pasaron nuestros hermanos, pasamos también nosotros y
nuestros descendientes nos seguirán. (San Euquerio).
La paciencia
Orad por los que sufren.
Orad por los que sufren.
ORACIÓN
Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con
protección constante por vuestros bienaventurados mártires y Soberanos
Pontífices Sotero y Cayo, a quienes constituisteis pastores de toda la
Iglesia. Por J. C. N. S.
- * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)