13 de julio
SAN ENRIQUE,
Emperador y Confesor
SAN ENRIQUE,
Emperador y Confesor
Si tomáis parte en los sufrimientos,
tendréis parte también en la consolación.
(2 Corintios, 1, 7)
tendréis parte también en la consolación.
(2 Corintios, 1, 7)
San Enrique, llamado el Piadoso, duque de
Baviera y después emperador de Alemania, nada emprendía sin antes haber
consultado y orado a Dios. En ciertas ocasiones vio a los ángeles y a los
santos mártires, sus protectores, combatir a su favor al frente de sus
ejércitos. Conservó su virginidad, de común acuerdo con su esposa Santa
Cunegunda. Restableció a Benedicto VII en el trono de san Pedro y por todas
partes dejó ilustres monumentos de su piedad y religión. Célebre por sus
milagros y sus virtudes, dejó la corona para ir a recibir otra más preciosa en
el cielo. en 1024.
I. Dios permite a veces que los
santos sean privados de todas las consolaciones espirituales. En este triste
estado todo apena: la penitencia les es insoportable, la oración les da tedio,
la lectura espiritual y las prácticas de devoción les son fastidiosas. No te
asombres de encontrarte en este estado: ¿acaso el Señor no fue abrumado de
tristeza en el huerto de los Olivos? ¿No se quejaba, en la cruz, de que su
Padre lo había abandonado? Por esa falta de gusto no interrumpas tus ejercicios
de devoción; si los haces con menos satisfacción, los harás con más mérito.
II. Dios permite que caigas en este
estado de desolación para castigarte por tu tibieza o por algunas faltas leves
que has cometido. Tal vez sea la causa tu negligencia en no prepararte para la
oración como es debido. Dios quiere hacerte conocer que la devoción sensible es
un don: te la concede cuando a Él le place, la retira para humillarte cuando lo
juzga oportuno. Pero, sin tanto examinar por qué Dios te trata de tal suerte,
saca provecho de ese estado, ten paciencia y redobla el fervor. Si el Esposo se
esconde, es para que lo busques con más afán.
III. Examina seriamente qué motivo has
dado a Dios para que se retire, e implora su perdón. Reconoce que eres indigno
de sus mercedes y que ya eres demasiado feliz con poder servirlo gimiendo en
esta vida; no es en este mundo donde Dios recompensa a los elegidos. Dile, sin
embargo: Señor que sois todo mi gozo, ¿por qué me ocultáis
vuestra divina faz? ¿dónde estáis? ¿dónde os encontraré yo, mi divino Esposo? (San Agustín).
La dedicación a la oración
Orad por los remisos
en el servicio de Dios.
ORACIÓN
Oh Dios, que en este día habéis
hecho pasar al bienaventurado Enrique, vuestro confesor, de un trono terrenal
al reino eterno, haced, os lo imploramos, que, así como él triunfó por vuestra
gracia de las seducciones del siglo, despreciemos nosotros también los vanos
atractivos del mundo, para presentarnos a Vos con un corazón puro. Por J. C. N.
S. Amén.