Consideramos a María nuestra Madre porque somos
desamparados y tenemos necesidad de su amparo, y porque para eso nos la dio
Jesús desde la cruz: "Mujer, ahí tienes a tu hijo...- "Ahí tienes
a tu Madre". Dios "nos la propone como modelo de fidelidad a su
Palabra y nos la ofrece como amparo en nuestro desvalimiento y estímulo
constante para nuestra caridad"
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La ciudad del Turia, que tan pródigamente ha sido regalada por la mano de la
naturaleza, cuenta entre sus más preciadas joyas la imagen veneranda de su
Patrona la Virgen de los Inocentes Mártires y Desamparados, objeto de su más
tierno y fervoroso culto.
El origen de esta sagrada imagen va unido a una de las glorias valencianas,
como es la fundación de su antiguo hospital, el primero en el mundo,
destinado a pobres dementes y desamparados. Conmovido profundamente el Rvdo.
Padre Jofré, de la Orden mercedaria, ante el triste espectáculo de unos niños
que maltrataban a un loco, de tal suerte intentó remediarlo, que encendidos
unos piadosos pechos pusieron en práctica el pensamiento del comendador de
esta Orden y se constituyó, al momento, una Cofradía para sufragar los gastos
del hospital, previas las oportunas amortizaciones que concedió el Rey D.
Martín, por Decreto dado en Barcelona a 30 de noviembre de 1409 y la Bula
memorable en que fueron aprobadas las Constituciones por el Papa Gregorio XII y el Rey D. Fernando de Aragón, en agosto de 1414.
Organizada la Real Cofradía con fines religiosos y benéficos, pronto apareció
la devota imagen que encarnaba la caritativa idea de los fundadores, y que
según tradición, no exenta de pruebas, fue labrada por mano de unos
peregrinos, merced al poder intercesor del Venerable Jofré. El historiador
Escolano la llama "devotísima imagen de la Virgen, cuya peregrina
hermosura y extraordinarios hechos traen aficionadísimos a todos", jamás
pudieron copiarla con perfección los Ribaltas, Orrente, Zariñena y Espinosa,
quienes reconocieron en Ella "alguna cosa sobrenatural". [....]
Su estatura es de más de siete palmos. El rostro hermosísimo y atractivo,
manifiesta más lo compasivo, y acostumbra a variar sus colores, según los sucesos,
significando que nos asiste y acompaña en nuestras aflicciones. En la una
mano se ve la azucena y en la otra a su Unigénito Hijo. El Niño está con la
cruz al hombro. Tiene inclinada la cabeza, como llamando a todos, benigna y
afable. Las cejas son arcos, no de indignación para castigarnos, sino iris
para defendernos. Sus ojos nos miran con afabilísimo agrado, como dulcísima
Madre de misericordia. A sus pies se miran arrodillados los inocentes para
indicarnos su perpetua protección a la inocencia. Con su manto extendido, que
la cubre, desea acogernos bajo su misteriosa sombra -que raras veces llega al
umbral de su capilla el ruego, que no logre su apetecido alivio-. Ciñe su
cabeza riquísima corona, porque es Reina soberana que rige con amor maternal a
sus innumerables hijos.
Los inmensos beneficios que brotaron siempre de su trono son tantos que
parecen compararse a las arenas del mar y a las estrellas del cielo; por
esto, la devoción a tan insigne imagen se ha extendido tanto por España y el
extranjero, singularmente en las Américas. De Ella parece brotar el ejercicio
de la caridad más cumplida; de manera que no hay actos de misericordia que no
salgan sino del pecho maternal de Nuestra Señora de los Desamparados. En
Valencia prodíganse, como en ninguna ciudad del mundo, los santos asilos para
los niños que de ellos han menester, y las sagradas instituciones, que
distribuyen a manos llenas los tesoros de la misericordia; Ella es única
fuerza que, desde principios del siglo XV, está impulsando todas las obras
piadosas.

Varios Sumos Pontífices, como Calixto III, Sixto V y Clemente VIII
contribuyeron eficazmente al aumento de la devoción a nuestra Virgen,
concediendo indulgencias y otras gracias espirituales. Urbano VIII hizo su
altar privilegiado; pero el paso gigante lo dió Benedicto XIII en 1725 con el
rezo canónico de la santa imagen, consagrando así litúrgicamente para la
Patrona el título de Madre de los Desamparados. Pío VII elevó este oficio al
rito de primera clase con octava, y León XIII la declaró Patrona de Valencia
y su reino. Sin embargo, Reina, como era hasta entonces, y Señora del pueblo
valenciano, la Virgen, con tan dulce título, no estaba todavía coronada. El
día 12 de mayo de 1923 con una solemnidad extraordinaria, fue coronada canónicamente
la imagen de la Virgen de los Desamparados, en presencia de los Reyes de
España, Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia, del Nuncio del Papa Pio XI,
Federico Tedeschini, del insigne valenciano Emmo. Cardenal Benlloch, y varios
Excelentísimos señores Arzobispos y Obispos españoles. Un hijo de la ciudad,
sentado en la misma Sede de su Padre Santo Tomás de Villanueva, el Cardenal
Reig y Casanova, coronó la sagrada imagen de la Virgen de los Desamparados,
mientras los Reyes se postraban de rodillas, las tropas presentaban armas, el
cañón atronaba los aires con salvas de exultación y las bandas militares
interpretaban el Himno Nacional español. Fue un momento histórico
indescriptible, enaltecido por el canto del himno de la Coronación compuesto por
Romeu, organista de la Catedral de Vich con letra en lengua valenciana
escrita por el sacerdote valenciano José María Juan García que dice así:
"La patria valenciana
s´ampara
baix ton mant
¡Oh,
Verge Sobirana
de
terres de Llevant!".
La terra
llevantina reviu en ta Capella
al
fervos homenaje de pur y ver amor.
Puix sou
la nostra Reina y vostra Image bella
pareix
qu´está voltada de magic resplandor.
La rosa
perfumada, la mística asutsena,
Lo seu
verger formaren als peus de ton altar.
I
fervorós en elles lo valenciá t´ofrena
La
devoció més santa que ´s puga profesar.
En
terres valencianes
La fe
per Vos no mor
I vostra
Image Santa
Portem
sempre en lo cor.
Salve,
Reina del cel i la terra;
Salve,
Verge dels Desamparats;
Salve, sempre
adorada Patrona;
Salve,
Mare del bons valenciáns.
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Cantado por un coro extraordinario de mil quinientas voces, fue la expresión
de un pueblo y de una tierra que confiaba bajo el manto de la Virgen su
pasado, su presente y su futuro.
La santa imagen "arreglada como una novia que se adorna para su
esposo", hacía las delicias espirituales de su pueblo con su hermosura y
belleza. Así lo quiere el pueblo, y así ve en ella la figura del cielo nuevo
y la tierra nueva" de la que nos habla el Apocalipsis 21,1, y que nos
presagia que el mundo primero de pecado, desorden, ambición e injusticia, ya
ha pasado.
El 21 de julio de 1936, durante la
Guerra Civil, los milicianos asaltaron la Basílica y la Sagrada Imagen
sufrió el impacto de TRES DISPAROS en el rostro y de las llamas, daños
de los que se la rescató en 1939 por José María Ponsoda.
Después del ataque, la Imagen, con el rostro desfigurado y quemado fue
escondida tras una pared falsa en el Archivo-Biblioteca Municipal del
Ayuntamiento de Valencia, de donde no salió hasta que las tropas nacionales
tomaron Valencia.
(Himno regional de Valencia)
Para
Ofrendar nuevas glorias a España nuestra región supo luchar.
¿Ya en el taller y en el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz!
¡Ved a la Región que avanza en marcha triunfa!
Viene a dar la huerta mía la riqueza que atesora.
Y murmura el agua cantos de alegría que nació en los ritmos de guitarra mora.
Manda el arte paladines que te ofrezcan sus laureles, y a tus pies, Sultana.
Tiende en mis jardines un tapiz de rosas, nardos y claveles.
Brindan rico tesoro los naranjales de las riberas; penden racimos de oro bajo
Los arcos de las palmeras.
Palmeras suenan, la voz amada y en victorioso vibrante son, notas de la
Alborada cantan el triunfo de la Región.
Despertemos, valencianos; que nuestra voz la luz salude de un nuevo sol.
Para ofrendar nuevas glorias a España nuestra región supo luchar.
¿Ya en el taller y en el campo resuenan cantos de amor, himnos de paz!
¡Flote en los aires nuestra señora!!
¡Gloria a la patria!
¡Viva Valencia!
¡Viva ¡viva! ¡viva!
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