El que me sirve, sígame; que donde yo
estoy,
allí estará también el que me sirve,
y a quien me sirviere, lo honrará mi Padre.
(Juan, 12, 26).
Aniceto, sirio de nacimiento, gobernó la Iglesia unos diez años, alrededor
del 160. Combatió con celo las herejías de Valentino y de Marción y detuvo,
por su vigilancia, los estragos que causaban entre los fieles. Aunque no
derramó materialmente su sangre por la fe, los sufrimientos que debió sufrir
y los peligros a los que estuvo expuesto le han merecido el título de
mártir.
MEDITACIÓNSOBRE LA HONRA
QUE DEBEMOS A LOS SANTOS
I. Dios honra a sus servidores en la tierra y en el cielo. ¡Qué gloria es
para los santos hacer milagros dando órdenes a la naturaleza, ver a los reyes
y a los soberanos pontífices prosternados ante sus reliquias, y ver tantas
iglesias y altares erigidos en su memoria! ¡Qué honor para ellos en el cielo
ser servidores, hijos y favoritos de Dios! ¡Ah! Señor, ¡cuánta razón tenía
David para exclamar:Tus amigos son demasiado honrados, oh Dios mío!Ambiciosos, he aquí honores
inmortales que podéis y que debéis buscar.
II. Honra las reliquias y las imágenes de los santos, adorna sus altares y
sus iglesias. Esta devoción es agradable a Dios y te será muy útil. Dios ha
dado a los santos poder para curarte de muchas enfermedades, para socorrerte
en tus aflicciones; invócalos, no han dejado de ser caritativos: son tus
hermanos, padecieron los males que te hacen gemir. Y no carecen de poder: son
los favoritos de Dios omnipotente.
III. Imitemos a los santos, es el mayor honor que podemos tributarles. Leamos
sus vidas, y en cada una de ellas elijamos una virtud que podamos imitar. ¿A
qué santo imitamos? ¿No hay alguno entre ellos que haya vivido en condiciones
semejantes a las nuestras? Siguiendo su ejemplo, desapeguémonos de las
comodidades de la vida, para gozar con ellos de las delicias eternas.Sacrifiquemos con gusto los bienes
de la tierra para conservar los del cielo.(Tertuliano).
La devoción a los santos
Orad porla conversión de los herejes.
ORACIÓN
Pastor eterno, mirad con benevolencia a
vuestro rebaño, y protegedlo con protección constante por vuestro mártir y
Sumo Pontífice Aniceto, a quien constituisteis pastor de toda la
Iglesia. Por J. C. N. S.
*Santoral de
Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed.ICTION, Buenos
Aires, 1982)