6 de septiembre
SAN ELEUTERIO,
Abad
SAN ELEUTERIO,
Abad
Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos
(Mateo, 19, 17).
guarda los mandamientos
(Mateo, 19, 17).
San Eleuterio imitó fielmente las
admirables virtudes de San Gregorio Magno, su amigo. El demonio, expulsado por
sus oraciones del cuerpo de un niño, volvió a él porque San Eleuterio se jactó
de este milagro en presencia de sus religiosos. Púsose el Santo en oración con
toda su comunidad y ayunó hasta que el demonio dejó al niño por segunda vez.
I. Debemos observar todos los
mandamientos de Dios, de otro modo hay que renunciar al paraíso. Dios es
nuestro soberano Señor, tiene derecho a mandarnos; nosotros, sus servidores,
debemos obedecerle. Los súbditos deben a sus príncipes respeto, fidelidad y obediencia;
los hombres tienen que cumplir respecto de Dios los mismos deberes. Si cumples
estos tres deberes, observas sus mandamientos. ¿Qué haces tú? Acuérdate bien de
que no puedes servir a dos señores a la vez: a Dios y al mundo.
II. Nada hay imposible, ni siquiera algo
que no sea fácil, en todo lo que Dios nos ordena. Dios es el soberano de todas
las creaturas; así, sus mandamientos obligan a todos los hombres. Dios es
sapientísimo, nada manda que sea imposible; Dios es buenísimo, lo que manda es
fácil. Tantas personas de toda edad, de ambos sexos y de toda condición guardan
los mandamientos; ¿por qué no podrías imitarlas con la ayuda de Dios?
III. Observa, pues, todos los
mandamientos; quien infringe así sea uno solo será condenado como si los hubiese
transgredido a todos. Obsérvalos desde ahora, no sea que la muerte te
sorprenda. Obedece gozosamente, sirves a un gran Rey y a un buen Maestro.
Obedece valientemente, porque:Hay que soportar todos los males antes que
cometer un solo pecado. (San Agustín).
La observancia de los mandamientos - Orad
por los que están en pecado mortal.
por los que están en pecado mortal.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que
la intercesión del abad San Eleuterio nos haga agradables a vuestra Majestad a
fin de que obtengamos por sus oraciones lo que no podemos esperar de nuestros
méritos. Por J. C. N. S. Amén.