20 de septiembre
SAN EUSTAQUIO
y SUS COMPAÑEROS, Mártires
y SUS COMPAÑEROS, Mártires
Vivid siempre alegres en el Señor;
vivid alegres, repito.
(Filipenses, 4, 4).
vivid alegres, repito.
(Filipenses, 4, 4).
San Eustaquio, brillante oficial de
Vespasiano, persiguiendo un día a un ciervo, vio un crucifijo entre los cuernos
del animal; sus grandes limosnas le merecieron esta merced del cielo. Se
convirtió y se hizo bautizar con toda su familia. Dios entonces le hizo
comprender lo que habría de sufrir por su gloria. En efecto, fue reducido a la
mayor indigencia, y, mientras huía de su patria, fue sorprendido en el camino y
le arrebataron a su mujer y a sus dos hijos. Lo hizo buscar el emperador
Trajano y le dio el mando de sus ejércitos, con los que obtuvo victoria y
volvió a encontrar a su mujer e hijos; pero, habiendo rehusado dar gracias a
los dioses por su triunfo, fue arrojado a los leones con los suyos. Respetados
por las fieras, fueron encerrados en un toro de bronce sobre el que se había
encendido una gran hoguera.
I. Dios manda a los justos que se
alegren: hay placeres inocentes que les permite; pero hay que buscar a Dios en
estas diversiones y encontrarlo en ellas, como encontró San Eustaquio en la
caza a Jesucristo. En medio de la alegría, acuérdate de la tristeza de Nuestro
Señor, y no renueves los dolores de su Pasión con tus placeres criminales. ¿No podemos acaso reír y darnos a la
alegría sin que nuestras diversiones sean un crimen ante Dios? (Salviano).
II. Alégrate en medio de tus más crueles
aflicciones, según el ejemplo de San Eustaquio, que soportó con paciencia la
pérdida de su mujer, de sus hijos y de todos sus bienes, porque la voluntad de
Dios se cumplía en él. ¡Oh! ¡qué consolador es este pensamiento para un corazón
afligido: Dios quiere que esté en la aflicción. Él halla gloria en eso y es mi
mayor bien! Dios mío, hágase vuestra voluntad; me alegraré de ello y siempre me
alegraré. Si mi cuerpo gime porque sufre, mi alma se alegrará porque os
obedece.
III. Si Dios te retira los consuelos
espirituales que te daba en la oración, humíllate; pero ponte contento y gozoso
por cumplir la voluntad de Dios. No te dejes arrastrar al relajamiento, no abandones
ninguno de tus ejercicios de devoción: Dios no se retira sino para probarte y
humillarte. Dios mío, a Vos os busco en mis oraciones, y no vuestros consuelos. ¿Por qué volvéis de mí vuestro
rostro, Vos que sois mi alegría? ¿Dónde estáis escondida, belleza por la cual
suspiro? (San Agustín).
La alegría espiritual
Orad por los afligidos.
Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Oh Dios, que nos concedéis
la gracia de celebrar el nacimiento al cielo de vuestros mártires San
Eustaquio y sus compañeros, hacednos gozar con ellos de la felicidad eterna.
Por J. C. N. S. Amén.