27 de noviembre
SANTOS BARLAAM y JOSAFAT,
Confesores
SANTOS BARLAAM y JOSAFAT,
Confesores
Granjeaos amigos con las riquezas de iniquidad,
para que, cuando falleciereis, seáis recibidos
en las moradas eternas.
(Lucas, 16, 9).
para que, cuando falleciereis, seáis recibidos
en las moradas eternas.
(Lucas, 16, 9).
San Barlaam dejó su desierto y se disfrazó de joyero para ir a buscar a Josafat, hijo
de
Abener, rey de las Indias. El joven príncipe abrazó la fe cristiana y,
ni las súplicas de su padre ni las seducciones de las voluptuosidades ni
los artificios de los magos
pudieron hacer vacilar su constancia. Tuvo la dicha de convertir a la fe
a su padre
y a casi todo su reino. Después de esto se retiró a la soledad con su
maestro.
I. San Barlaam deja la soledad y entra
disfrazado a la corte de Josafat para instruirlo en los
misterios de nuestra santa fe.
¡Cuán ingenioso es el amor divino! ¡qué no hace por la gloria de Dios y
la
salvación del prójimo! ¡Ah! cuán activo eres tú cuando se trata de tu
honor o de tu interés; nada hay que no emprendas entonces, nada que no
lleves a cabo. Si tuvieses un poco de amor de Dios, ¿qué no harías por
Él? El amor nada encuentra difícil ni penoso. (San Jerónimo).
II. Josafat escucha de
inmediato la voz del Señor que le habla por boca de San Barlaam. Se
convierte, viste cilicio, ayuna, ora a Dios incesantemente y, provisto
de estas armas, resiste a los halagos,
a las amenazas, a las violencias y a todos los ardides del demonio. Tú
estás expuesto a las mismas
tentaciones; no resistirás a ellas a no ser que emplees las mismas
armas. Ayuna, vela, ora, mortifícate, el paraíso bien vale la pena de
esto y mucho más.
III. San Josafat, después de
haber convertido a su reino para Dios, se retira a la soledad para pasar
el resto de sus días con su querido padre, San
Barlaam, y para disponerse a la muerte. Cristianos, habéis trabajado
para el mundo, para la gloria y el
placer, para las riquezas y la ciencia: emplead el resto de vuestros
días en la salvación de vuestra alma. Habéis vivido entre las tempestades, es menester morir en el puerto. (Séneca).
El desprecio del mundo
Orad por los Prelados.
Orad por los Prelados.
ORACIÓN
Haced, os lo
suplicamos, Señor, que esta
solemnidad sea una protección para nosotros, y que la intercesión de
vuestros bienaventurados confesores nos haga agradables a vuestros ojos.
Por
J. C. N. S. Amén.