No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal,
de modo que obedezcáis a sus concupiscencias.
(Romanos, 6, 12).
Santa Dimfne fue hija de un príncipe irlandés o
bretón. Viendo expuesta su virtud abandonó su patria. Arribó a Amberes y fue
a radicarse en el pueblo de Gheel, en Campina (Bélgica). Sirvió allí al Señor
por largo tiempo ejercitándose en la meditación y la penitencia. Descubriéronla
en su retiro aquellos por los cuales hubo de dejar su patria y, en defensa de su
castidad, recibió la muerte, fiel a su esposo Jesucristo.
MEDITACIÓN
SOBRE
EL AMOR SENSUAL
I. Debemos todos temer las tentaciones del
demonio de la carne, pues toda edad, todo sexo, toda condición, ha
experimentado sus ataques. ¿Eres más sabio que Salomón, más piadoso
que David, más santo que el Apóstol de los gentiles? Fue San Pablo
sometido a esta tentación, los otros dos sucumbieron en ella. Mantente,
pues, en guardia. De todos los combates los más rudos son los de la
castidad, la lucha es de todos los días, y la victoria rara. (San
Agustín)
II. Cierra la puerta de tu corazón a ese
cruel tirano. Tus ojos, tus oídos son los traidores que le dan entrada en
tu alma. Si te tomas la libertad de oír todo, de mirar todo, de leer toda
clase de libros, muy pronto serás asaltado por pensamientos deshonestos, y
acaso, vencido. Haz un pacto con tus ojos, siguiendo el ejemplo del santo
varón Job; no mires nada que te esté prohibido desear.
III. Si eres atacado por el demonio de la
impureza, recuerda que Jesucristo ha declarado que esta clase de demonio
no puede ser ahuyentado sino por el ayuno y la oración. Castiga tu cuerpo
con cilicio, ayuno y disciplina; invoca a Jesús y a su Santísima Madre.
La castidad es un don de Dios, pídela al Señor; reconoce que sin Él no
puedes adquirir esta virtud. Sobre todo, resiste a esta pasión en sus
comienzos y huye de las ocasiones conforme al ejemplo de Santa Dimfne.
La castidad
Orad por la conversión de los pecadores.
ORACIÓN
Que la bienaventurada Dimfne, virgen y mártir,
implore por nosotros vuestra misericordia, Señor, ella que siempre os fue
agradable por el mérito de su castidad y por su valentía en confesar vuestro
Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
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