MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
DÍA 19
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR NUESTRO SANTÍSIMO PADRE EL PAPA
I
Hemos llegado ya, ¡oh devotos del
Sagrado Corazón! a la última novena de este su piadoso Mes. Hora es ya que
pensemos en dirigirnos a El con nuestro fervor, para rogarle en estos últimos
días por las necesidades más urgentes de la sociedad humana. Por las nuestras
particulares hemos rogado, cada día y podemos seguir haciéndolo en el fondo
de nuestro corazón. Por estas otras, debe ser pública y común, nuestra
oración, como son ellas públicas y comunes. Dediquemos, pues, el día de hoy a
rogar al Sagrado Corazón por nuestro Santísimo Padre el Romano Pontífice. Y
¿por cuál podríamos ofrecer con preferencia nuestra más eficaz oración? Es el
Papa el centro de toda la vida católica sobre la faz de la tierra base
de su edificio, cabeza visible del cuerpo espiritual de que es Cristo cabeza
invisible.
Es, por lo mismo, el objetivo
privilegiado de las más rabiosas iras del infierno. Alrededor de su trono
rugen con sin igual furor todas las tempestades de la impiedad. Ora fieros y
desembozados, le dirigen brutales amenazas sus enemigos; ora pérfidos y
capciosos, le tienden astutas amenazas.
¿Y habrá quien se tenga por hijo fiel
de la Iglesia y deje solo a su Padre y Pastor en esos tremendos
combates y ¿Habrá quien no acuda al Sagrado Corazón por esta primera y más
urgente necesidad de nuestros días?
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Cubrid
con vuestro escudo de protección a este Vicario vuestro, el primero de
vuestros hijos, a quien habéis constituido en la tierra como Padre y Pastor
de nuestras almas en lugar de Vos. Asistidle, defendedle, sacadlo vencedor
de sus constantes enemigos. Lo son vuestros, los suyos, y cuando
contra él se pelea, se pelea contra Vos.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por
nuestro venerable Pontífice, sed siempre, y en especial durante este mes,
abogado y medianero nuestro ante el Padre Celestial!
Medítese
unos minutos.
II
De todos los deberes del buen católico,
el deber de rogar por el Papa es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué
familia hay en la cual los hijos no se crean obligados a prestar toda clase
de auxilios al padre de ella? Aquí la gran familia es el Catolicismo, y el
gran padre de ella es el Romano Pontífice; nosotros somos sus individuos, y
los auxilios principales que necesita son los de nuestra fervorosa y constante
adhesión.
Es cierto que quizá nos hemos portado
como extraños o indiferentes? ¿Estamos seguros de haber cumplido siempre la
obligación de buenos hijos? ¡Ah! tal vez habrá motivo para que se nos acuse
sobre esto en el tribunal de Dios. No queramos, pues, permanecer ya en
nuestra frialdad y olvido.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Este será
mi grito constante en vuestra presencia: ¡Salvad al Papa! ¡Conceded el
triunfo al Papa! Dad autoridad y fuerza a sus palabras; hacédselas respetar a
ese mundo indócil a su voz; hacednos sobre todo a nosotros obedientes y
sumisos a sus enseñanzas. Sean confundidos y disipados los que le quieren
mal: vuelvan en sí los que han extraviado la evolución con sus doctrinas;
tornen solícitas al amoroso Pastor las ovejas que se han apartado de su
rebaño.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Por los
méritos de vuestra cruz, por el valor infinito de esta sangre, por los azotes
y espinas de vuestra cruelísima Pasión, dadle a vuestro Vicario sobre la
tierra lo que por él os pedimos en el día de hoy.
Medítese, y
pídase la gracia particular.
Oración y Acto de Consagración
|