20 de enero
SANTOS FABIÁN Y SEBASTIÁN,*
Mártires![]()
Entrad por la puerta angosta, porque la puerta
ancha
y el camino espacioso son los que conducen a la perdición,
y son muchos los que entran por él.
(Mateo, 7,13).
y el camino espacioso son los que conducen a la perdición,
y son muchos los que entran por él.
(Mateo, 7,13).
Fabián era un
laico cuando fue elegido para suceder al Papa Antero, en el año 236. Una
paloma bajó del cielo, se posó en su cabeza y lo señaló, con lo que fue elegido
por el clero y el pueblo. San Cipriano le da el título de hombre
incomparable, y dice que la gloria de su muerte ha correspondido plenamente a
la pureza de su vida.
Sebastián, condenado
por Diocleciano a ser atravesado con flechas, fue dejado por muerto en
el
lugar del suplicio. Recobrada la salud, se presentó al emperador y le
reprochó
abiertamente su impiedad. El tirano, exasperado por tanta audacia, lo
condenó a ser apaleado hasta hacerlo expirar bajo los golpes. Una
piadosa
mujer,
de nombre Lucina, recogió sus venerables restos y los colocó en las
catacumbas, en el lugar donde hoy se levanta la basílica que lleva su
nombre.
MEDITACIÓN
SOBRE EL PEQUEÑO NÚMERO
DE LOS ELEGIDOS
SOBRE EL PEQUEÑO NÚMERO
DE LOS ELEGIDOS
I. El número de los elegidos es muy
pequeño. ¡Hay tantos herejes y cismáticos que voluntariamente se
pierden, tantos infieles e idólatras que todavía están privados de la
luz del Evangelio! ¿Si Dios te hubiera hecho nacer en medio de esos
pueblos, cuál hubiera sido tu suerte? ¡Cuán obligado os estoy, Dios mío,
de que me hayáis hecho nacer de padres católicos! Mas si no aprovecho
las luces de la fe seré mucho más severamente castigado que esos
pueblos.
II. ¡Hay tantos malos cristianos, tantos
impíos, tantos libertinos que jamás verán a Dios en el cielo! ¿No eres
uno de ellos? ¡Cuán desgraciado serías siendo camarada de ellos en sus
desórdenes, porque también habrías de ser su camarada en sus suplicios!
Ruega a Dios mueva sus corazones; trabaja en su conversión con tus
palabras y con tu ejemplo. Humíllate, porque tú también caerías en las
mismas faltas, si Dios te abandonase a tu propia flaqueza.
III. No eres del número de esos libertinos
y de esos impíos, pero eres un cristiano vulgar, sigues el camino ancho,
espacioso. ¡Ten cuidado! Es preciso seguir al pequeño número y caminar
por el camino estrecho. No sigas ni la costumbre, ni el ejemplo del mundo,
sino la razón, el Evangelio y el ejemplo de los santos. El mundo está
tan corrompido que sus leyes concuerdan con el pecado; sus seguidores
se persuaden de que el crimen es lícito, porque ha venido a ser común. (San
Cipriano).
ORACIÓN
Oh Dios omnipotente, mirad nuestra flaqueza, mirad cómo el
peso de nuestras obras nos agobia, y fortifícanos por la gloriosa intercesión
de vuestros bienaventurados mártires Fabián y Sebastián. Por N. S. J. C. Amén.