10 de julio
Los siete hermanos, cuya fiesta celebramos, son los hijos de Santa
Felicitas, ilustre romana del siglo II. Confesaron
la fe valientemente ante la mirada de esta madre admirable que temía más, dice San Gregorio Magno,
dejar a sus hijos vivos después de
ella, que, como suelen temer los padres carnales,
verlos morir antes.
SANTA RUFINA y SANTA SEGUNDA,
Mártires
Jesucristo se humilló a Sí
mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz.
(Filipenses, 2,8).
hasta la muerte, y muerte de cruz.
(Filipenses, 2,8).
Rufina y Segunda eran hermanas; sus padres las habían
prometido a dos señores romanos, pero rehusaron casarse, porque ya habían
elegido como esposo a Jesucristo. Se las encarceló y se las azotó para que
consintiesen en la pérdida de la virginidad y de la fe. Se las arrojó al Tíber,
pero un ángel acudió a sacarlas. Finalmente, fueron decapitadas por orden de
los emperadores Valeriano y Galo, en el año 257.
I. Jesucristo amaba tiernamente a esta
madre admirable y a los siete hijos que ella había educado para Él; amaba
igualmente a estas dos hermanas que lo habían elegido por esposo. Por eso los
admitió, a todos, a compartir con El sus sufrimientos. No te asombres: Dios ha
resuelto salvar a los hombres solamente por la cruz. Jesucristo, para
redimirnos, llevó la suya; tú, para salvarte, debes también llevar la tuya. Es
el camino grande del cielo, aquél por el cual han pasado todos los santos; te
extraviarás si buscas otro. No nos contentemos con adorar la cruz sobre los
altares; no basta ello para salvarse. No hemos de adorar la cruz
solamente, hemos de llevarla.
II. Los malvados llevan su cruz,
pero para su condenación. Mira a los esclavos de la vanidad, de las riquezas,
de los placeres; viven en continua inquietud de espíritu y en continuo trabajo.
¿Para qué? Para adquirir bienes que habrá que abandonar el día menos pensado,
y que los arrastrarán al infierno. Si se imponen tanta fatiga por una
recompensa fugitiva, ¿no es, acaso, cobardía de nuestra parte rehuir el
sufrimiento de un instante a cambio de una gloria inmortal?
III. Haz lo que te plazca: quieras o no,
llevarás tu cruz. La llevarás como Jesucristo, que la pidió sin haberla
merecido; o bien como el mal ladrón, que la llevó de mala gana y sin mérito. Es
preciso pasar por los sufrimientos para llegar a la gloria. Dos caminos nos muestra Cristo: uno
penoso que debemos soportar, otro feliz que debemos esperar.(San Agustín).
La mortificación
Orad por los afligidos.
Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Dios
omnipotente, que los gloriosos mártires que tan valientemente confesaron
vuestro Santo Nombre, nos hagan experimentar los efectos de su piadosa
protección. Por J. C. N. S. Amén.