domingo, 31 de marzo de 2013

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


MISA DEL DÍA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA
Hemos comido y bebido con él después de su resurrección
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 117, 1-2. l6ab-17. 22-23(R.: 24)

R.     Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
O bien:
      Aleluya.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

SEGUNDA LECTURA

Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos.
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios.

O bien:
Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios   5, 6b-8
Hermanos:
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.

Palabra de Dios.

SECUENCIA
(Es obligatorio decirla hoy; los días dentro de la Octava es potestativo)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua. »
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Aleluya 1 Co 5, 7b-8a
      Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.

EVANGELIO

Él había de resucitar de entre los muertos

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
–«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el sue­lo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabe­za, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado pri­mero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.



En las misas vespertinas, puede también leerse el siguiente evangelio:
EVANGELIO
Quédate con nosotros, Señor, porque atardece
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acerco y se puso a cami­nar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
–«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
–«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó:
–«¿Qué?»
Ellos le contestaron:
–«Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro libe­rador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fue­ron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron tam­bién al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pe­ro a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo:
–« ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los pro­fetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les expli­có lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelan­te; pero ellos le apremiaron, diciendo:
–«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
–«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde en­contraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
–«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. »
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

sábado, 30 de marzo de 2013

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR




VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA


PRIMERA LECTURA
Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno
Lectura del libro del Génesis 1, 1-2, 2
      Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos in­forme; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
      Y dijo Dios:
      –«Que exista la luz.»
      Y la luz existió.
      Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche».
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
      Y dijo Dios:
      –«Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas. »
      E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.
      Y así fue.
      Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
      Y dijo Dios:
      –«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.»
      Y así fue.
      Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
      Y vio Dios que era bueno.
      Y dijo Dios:
      –«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra. »
      Y así fue.
      La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
      Y vio Dios que era bueno.
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
      Y dijo Dios:
      –«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra. »
      Y así fue.
      E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
      Y vio Dios que era bueno.
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
      Y dijo Dios:
      –«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.»
      Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
      Y vio Dios que era bueno.
      Y Dios los bendijo, diciendo:
      –«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.»
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
      Y dijo Dios:
      –«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.»
      Y así fue.
      E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.
      Y vio Dios que era bueno.
      Y dijo Dios:
      –«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
      Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hom­bre y mujer los creó.
      Y los bendijo Dios y les dijo:
      –«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
      Y dijo Dios:
      –«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla so­bre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran se­milla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respi­ra, la hierba verde les servirá de alimento. »
      Y así fue.
      Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
      Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
      Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.
      Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había he­cho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

Palabra de Dios.


Salmo responsorial Sal 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35c (R.: cf. 30)
R. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
      Bendice, alma mía, al Señor;
      ¡Dios mío, qué grande eres!
      Te vistes de belleza y majestad,
      la luz te envuelve como un manto. R.
      Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
      y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano,
      y las aguas se posaron sobre las montañas. R.
      De los manantiales sacas los ríos,
      para que fluyan entre los montes;
      junto a ellos habitan las aves del cielo,
      y entre las frondas se oye su canto. R.
      Desde tu morada riegas los montes,
      y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
      haces brotar hierba para los ganados,
      y forraje para los que sirven al hombre. R.
      Cuántas son tus obras, Señor,
      y todas las hiciste con sabiduría;
      la tierra está llena de tus criaturas.
      ¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien:
Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22 (R.: 5b)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
      La palabra del Señor es sincera,
      y todas sus acciones son leales;
      él ama la justicia y el derecho,
      y su misericordia llena la tierra. R.
      La palabra del Señor hizo el cielo;
      el aliento de su boca, sus ejércitos;
      encierra en un odre las aguas marinas,
      mete en un depósito el océano. R.
      Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
      el pueblo que él se escogió como heredad.
      El Señor mira desde el cielo,
      se fija en todos los hombres. R.
      Nosotros aguardamos al Señor:
      él es nuestro auxilio y escudo.
     Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.

SEGUNDA LECTURA
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe
Lectura del libro del Génesis 22, 1-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
–«¡Abrahán! »
Él respondió:
–«Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
–«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré. »
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados:
–«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
–«Padre.»
El respondió:
–«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo:
–«Tenernos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó:
–«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le habla dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
–«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
–«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
–«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve».
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
–«Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho
esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios.


Salmo responsorial Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1)
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
      El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
      mi suerte está en tu mano.
      Tengo siempre presente al Señor,
      con él a mi derecha no vacilaré. R.
      Por eso se me alegra el corazón,
      se gozan mis entrañas,
      y mi carne descansa serena.
      Porque no me entregarás a la muerte,
      ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
      Me enseñarás el sendero de la vida,
      me saciaras de gozo en tu presencia,
      de alegría perpetua a tu derecha. R.

TERCERA LECTURA

Los israelitas en medio del mar a pie enjuto
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
–« ¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pon­gan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enju­to. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejér­cito, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.»
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de de­lante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el cam­pamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa, y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudie­ran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Se­ñor hizo soplar –durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en me­dio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, en­trando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egip­cio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el cam­pamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
–«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto. »
Dijo el Señor a Moisés:
–«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuen­tro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:

Salmo responsorial Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18 (R.: la)
R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
      Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
      caballos y carros ha arrojado en el mar.
      Mi fuerza y mi poder es el Señor,
      él fue mi salvación.
      Él es mi Dios: yo lo alabaré;
      el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.
      El Señor es un guerrero,
      su nombre es «El Señor».
      Los carros del Faraón los lanzó al mar,
      ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.
      Las olas los cubrieron,
      bajaron hasta el fondo como piedras.
      Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible,
      tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.
      Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
      lugar del que hiciste tu trono, Señor;
      santuario, Señor, que fundaron tus manos.
      El Señor reina por siempre jamás. R.

CUARTA LECTURA
Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor
Lectura del libro de Isaías 54, 5-14
El que te hizo te tomará por esposa;
su nombre es Señor de los ejércitos.
Tu redentor es el Santo de Israel,
se llama Dios de toda la tierra.
Como a mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada
–dice tu Dios–.
Por un instante te abandoné,
pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira
te escondí un instante mi rostro,
pero con misericordia eterna te quiero
–dice el Señor, tu redentor–.
Me sucede como en tiempo de Noé:
juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
así juro no airarme contra ti
ni amenazarte.
Aunque se retiren los montes
y vacilen las colinas,
no se retirará de ti mi misericordia,
ni mi alianza de paz vacilará
–dice el Señor, que te quiere–.
¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada!
Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches,
tus cimientos sobre zafiros;
te pondré almenas de rubí,
y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas.
Tus hijos serán discípulos del Señor,
tendrán gran paz tus hijos.
Tendrás firme asiento en la justicia.
Estarás lejos de la opresión,
y no tendrás que temer;
y lejos del terror,
que no se te acercará.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b(R.: 2a)
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
      Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
      y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
      Señor, sacaste mi vida del abismo,
      y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
      Tañed para el Señor, fieles suyos,
      dad gracias a su nombre santo;
      su cólera dura un instante;
      su bondad, de por vida;
      al atardecer nos visita el llanto;
      por la mañana, el júbilo. R.
      Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
      Señor, socórreme.
      Cambiaste mi luto en danzas.
      Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.

QUINTA LECTURA
Venid a mí, y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua
Lectura del libro de Isaías 55, 1-11
Así dice el Señor:
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar
vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta,
y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos, y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí:
escuchadme, y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
tú llamarás a un pueblo desconocido,
 un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;
por el Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
–oráculo del Señor–.
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3)
R.     Sacaréis aguas con gozo
      de las fuentes de la salvación.
      El Señor es mi Dios y Salvador:
      confiaré y no temeré,
      porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
      él fue mi salvación.
      Y sacaréis aguas con gozo
      de las fuentes de la salvación. R.
      Dad gracias al Señor,
      invocad su nombre,
      contad a los pueblos sus hazañas,
      proclamad que su nombre es excelso. R.
      Tañed para el Señor, que hizo proezas,
      anunciadlas a toda la tierra;
      gritad jubilosos, habitantes de Sión:
      «Qué grande es en medio de ti
      el Santo de Israel. » R.

SEXTA LECTURA
Caminad a la claridad del resplandor del Señor
Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32-4, 4
Escucha, Israel, mandatos de vida;
presta oídos para aprender prudencia.
¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo,
que envejezcas en tierra extranjera,
que estés contaminado entre los muertos,
y te cuenten con los habitantes del abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría.
Si hubieras seguido el camino de Dios,
habitarías en paz para siempre.
Aprende dónde se encuentra la prudencia,
el valor y la inteligencia;
así aprenderás dónde se encuentra la vida larga,
la luz de los ojos y la paz.
¿Quién encontró su puesto
o entró en sus almacenes?
El que todo lo sabe la conoce,
la examina y la penetra.
El que creó la tierra para siempre
y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que manda a la luz, y ella va,
la llama, y le obedece temblando;
a los astros que velan gozosos
en sus puestos de guardia,
los llama, y responden:
«Presentes»,
y brillan gozosos para su Creador.
Él es nuestro Dios,
y no hay otro frente a él;
investigó el camino de la inteligencia
y se lo enseñó a su hijo, Jacob,
a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo
y vivió entre los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios,
la ley de validez eterna:
los que la guarden vivirán;
los que la abandonen morirán.
Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad de su resplandor;
no entregues a otros tu gloria,
ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos
lo que agrada al Señor!

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68)
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
      La ley del Señor es perfecta
      y es descanso del alma;
      el precepto del Señor es fiel
      e instruye al ignorante. R.
      Los mandatos del Señor son rectos
      y alegran el corazón;
      la norma del Señor es límpida
      y da luz a los ojos. R.
      La voluntad del Señor es pura
      y eternamente estable;
      los mandamientos del Señor son verdaderos
      y enteramente justos. R.
      Más preciosos que el oro,
      más que el oro fino;
      más dulces que la miel
      de un panal que destila. R.

SÉPTIMA LECTURA
Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo
Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28
Me vino esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán,
cuando la casa de Israel habitaba en su tierra,
la profanó con su conducta, con sus acciones;
como sangre inmunda fue su proceder ante mí.
Entonces derramé mi cólera sobre ellos,
por la sangre que habían derramado en el país,
por haberlo profanado con sus idolatrías.
Los esparcí entre las naciones,
anduvieron dispersos por los países;
según su proceder, según sus acciones los sentencié.
Cuando llegaron a las naciones donde se fueron,
profanaron mi santo nombre;
decían de ellos:
"Éstos son el pueblo del Señor,
de su tierra han salido.
Sentí lástima de mi santo nombre,
profanado por la casa de Israel
en las naciones a las que se fue.
Por eso, di a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
"No lo hago por vosotros, casa de Israel,
sino por mi santo nombre, profanado por vosotros,
en las naciones a las que habéis ido.
Mostraré la santidad de mi nombre grande,
profanado entre los gentiles,
que vosotros habéis profanado en medio de ellos;
y conocerán los gentiles que yo soy el Señor
–Oráculo del Señor–,
cuando les haga ver mi santidad al castigaros.      
Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar.
Y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios."»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (R.: 41, 2)
R. Como busca la cierva corrientes de agua,
      así mi alma te busca a ti, Dios mío.
      Tiene sed de Dios,
      del Dios vivo:
      ¿cuándo entraré a ver
      el rostro de Dios? R.
      Cómo marchaba a la cabeza del grupo,
      hacia la casa de Dios,
      entre cantos de júbilo y alabanza,
      en el bullicio de la fiesta. R.
      Envía tu luz y tu verdad;
      que ellas me guíen
      y me conduzcan hasta tu monte santo,
      hasta tu morada. R.
      Que yo me acerque al altar de Dios,
      al Dios de mi alegría;
      que te dé gracias al son de la cítara,
      Dios, Dios mío. R.

O bien, cuando se celebra el bautismo:
Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6, como después de la quinta lectura.

O bien:
Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19  (R.: 12a)
R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
or dentro con espíritu firme;
renuévame por dentro con espíritu firmo
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso;
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R.

EPÍSTOLA
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y no­sotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha que­dado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también vivi­remos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 117, 1-2. l6ab- 17. 22-23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

EVANGELIO
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando las aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
–¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: «El Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar.»
Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a los demás.
María Magdalena, Juana y María la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los Apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. (Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose vio sólo las vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.)

Palabra del Señor.