5 de octubre
SAN PLÁCIDO
y
COMPAÑEROS,
Mártires
Quien llamare fatuo a su hermano,
será reo del fuego del infierno.
(Mateo, 5, 22).
será reo del fuego del infierno.
(Mateo, 5, 22).
Tértulo, noble romano, entregó su hijo Plácido a San
Benito, para que lo hiciese ingresar en su Orden. Bajo un
director tan competente, hizo Plácido rápidos progresos en el camino de
la
perfección. Un día, estando en Sicilia, en un monasterio que había
fundado, fue capturado por los moros con los demás religiosos de su
monasterio. Estos bárbaros les hicieron sufrir toda clase de tormentos
para obligarlos a renegar de la fe; pero estos ilustres soldados de
Jesucristo, animados con el ejemplo de su jefe, obtuvieron la corona del
martirio.
I. Dios aborrece tanto la maledicencia, que
amenaza con el infierno a quien diga mal de su hermano. Ten cuidado,
pues, de este vicio, tan común entre los hombres y tan fácil de cometer:
basta una sola palabra, un gesto, para destruir la
reputación de tu prójimo, es decir, para arrebatarle lo más precioso que
hay después de la gracia de Dios.
¡Qué fácil es comprometer la reputación de los demás, y qué difícil
repararla! Aprende a enderezar tu vida
en lugar de criticar las de los demás. (San Jerónimo).
II.
Nos hacemos culpables para con el prójimo de calumnia, diciendo de
alguien el mal que no ha hecho, o de maledicencia, divulgando sin
necesidad el mal que ha hecho. En ambos casos se peca contra la
justicia y la caridad. También es una falta disminuir la alabanza debida
a las virtudes de los demás, exagerar las faltas de que son culpables, o
condenar la intención si sus acciones son buenas. ¿Cuántas veces al día
cometes estas faltas contra tu prójimo? ¿Te gustaría que te trataran
igual ?
III. Imponte una penitencia toda vez que hayas hablado mal de tu
prójimo, y repara lo antes posible el daño que le hayas hecho. Si se
habla mal de ti, busca consuelo en el testimonio de Dios y de tu
conciencia. Discípulo de un Dios calumniado, ¿qué derecho tienes de
quejarte? Si se habla mal de otros
estando tú presente, no oigas al maledicente, desvía la conversación con
habilidad, interrúmpela si tienes autoridad como para ello.
Donde no hay quien escuche la maledicencia, no hay maledicente. (San
Jerónimo).
La caridad
Orad por la enmienda de los detractores.
Orad por la enmienda de los detractores.
ORACIÓN
Señor, que nos concedéis la
gracia de celebrar el nacimiento al cielo de vuestros mártires San
Plácido y sus compañeros, hacednos
gozar con ellos de la felicidad eterna. Por J. C. N. S. Amén.