Mes de María
Acto de
contricción
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre
verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser vos quien sois, Bondad
infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido. También me pesa porque podéis castigarme con las penas eternas
del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más
pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
Bendita
sea tu pureza,
y
eternamente lo sea,
pues
todo un Dios se recrea
en
tan graciosa belleza,
a
ti, celestial princesa,
Virgen
sagrada, María,
yo
te ofrezco en este día,
alma,
vida y corazón.
Mírame
con compasión,
no
me dejes, Madre mía.
ORACIÓN
Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido
abandonado de vos. Animado con esta confianza, a vos también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me
atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de
Dios, mis humildes súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas favorablemente.
Así sea.
Pidamos las gracias, que deseamos conseguir hoy por intercesión de
nuestra Madre, María… Y para ello, la saludaremos con cinco Avemarías y las
jaculatorias siguientes:
Madre mía amantísima, en todos los
instantes de mi vida, acordaos de mí, miserable pecador.
Avemaría
Acueducto de las divinas gracias,
concededme abundancia de lágrimas, para llorar mis pecados.
Avemaría
Reina de cielos y tierra, sed mi
amparo y defensa en las tentaciones de los enemigos de mi alma.
Avemaría
Inmaculada hija de Joaquín y Ana,
alcanzadme de vuestro Santísimo Hijo las gracias que necesito para mi
salvación.
Avemaría
Abogada y refugio de los
pecadores, asistidme en el trance de mi muerte y abridme las puertas del cielo.
Avemaría
Gloria al padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Señora mía! ¡Oh, Madre mía! Yo me
ofrezco enteramente a vos; y en prueba de mi filial afecto os consagro en este
día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y
posesión vuestra.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo. (3 veces)
En vos, Madre mía dulcísima, he puesto toda
mi confianza y nunca jamás seré confundido. Amén.
Ofrezcamos cada día a la santísima Virgen un obsequio o flor
espiritual: obras de misericordia, de piedad, de vencimiento propio, etc.
OFRECIMIENTO A MARÍA DE
LA FLOR ESPIRITUAL
Oh
María, prado amenísimo de las delicias de todo un Dios, huerto cerrado y jardín
florido, postrado a vuestras plantas soberanas os ofrezco la flor espiritual de
este día, y por ella os suplico me hagáis participante del perfume de vuestras
admirables virtudes. Poned estas virtudes en mi corazón, sobre el cual os pido,
oh María, dejéis caer el rocío de la divina gracia, de tal manera que dé frutos
de justicia y santidad que sean dignos de ser presentados en la mesa del Rey
Celestial. Y a esta mesa espero sentarme un día con vos y saciarme de la gloria
de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Por todos los siglos de
los siglos. Amén.