17 de marzo
SANTA GERTRUDIS,
Virgen
SANTA GERTRUDIS,
Virgen
Mi yugo es suave y mi peso leve.
(Mateo. 11.30)
(Mateo. 11.30)
    Santa Gertrudis, hija del Beato Pepino de Landen, 
lugarteniente real,
 rehusó casarse con un príncipe que le eligiera el rey Dagoberto, a fin 
de hacerse esposa de Jesucristo.
 Retiróse al monasterio de Nyvel, que la Beata Ida, su madre, acababa de
 fundar,
 donde fue elegida abadesa. Fue digna de admiración por su prudencia, su
 humildad, su inagotable caridad para con los pobres, y su tierna
 devoción a la Santísima Virgen. Al morir, pidió que se le dejase su 
velo y su
 cilicio, no queriendo -decía- desprenderse de las armas con que había 
combatido
 a la carne y conservado la pureza. Imita su desprecio del mundo, así 
como su amor por Jesús y María.
MEDITACIÓN
SOBRE LO DULCE
QUE ES SERVIR A DIOS
SOBRE LO DULCE
QUE ES SERVIR A DIOS
   I. El camino de la virtud no es tan difícil como uno 
se lo cree. Dios no pide de nosotros cosas imposibles. Examina cada uno 
de los mandamientos en particular, y verás cuán leve es la carga que nos
 impone. Además, todo lo que prescribe es
conforne a razón; todo es para nuestro bien. Los príncipes de la 
tierra, el mundo, nuestras pasiones, a menudo nos mandan cosas 
imposibles, contrarias a la razón, dañosas;
¡a pesar de ello obedecemos a estos exigentes señores, y rehusamos 
obedecer a nuestro
amable Salvador! Lo que Él manda no es duro ni penoso, y su gracia nos ayuda a ejecutarlo. (San Agustín).
      
   II. Dios nos concede generosamente sus gracias para 
ayudarnos a servirle; y si alguna amargura existe en la observancia de 
sus mandamientos es singularmente suavizada por los consuelos 
celestiales que acompañan a la práctica de la virtud. Los ejemplos de 
los santos cuyas vidas leemos, y el de las personas piadosas que nos 
rodean, nos hacen más fácil la guarda de los mandamientos.
      
   III. La recompensa que se nos ha prometido disminuye 
en mucho la pena anexa al trabajo. Con la esperanza de una recompensa, 
trabaja el obrero con alegría y ardor, el soldado se expone a la muerte,
 y el mercader al peligro de naufragar. La gloria que yo
espero es segura, es Dios quien me la promete: es fiel a su palabra, no 
engaña jamás. Esta gloria perdurará lo que la eternidad. Piensa en ello 
seriamente. Levanta tu mirada al cielo y di, de
cuando en cuando: "No depende sino de mí el entrar un día en ese palacio
 de luz. Lo puedo si lo quiero.
¡Qué livianos son mis trabajos, comparados con el peso de la 
recompensa!"
La observancia de los mandamientos 
Orad por los servidores de María.
Orad por los servidores de María.
   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de Santa Gertrudis, colmándonos de
alegría, enriquezca nuestras almas con los sentimientos de una tierna devoción. Por J.
C. N. S. Amén.