sábado, 31 de mayo de 2025

VII DOMINGO DE PASCUA. LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, Solemnidad

PRIMERA LECTURA
Lo vieron levantarse

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó:
—«No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole:
—«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó:
—«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras
miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
—«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
O bien:
Aleluya.

Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.


SEGUNDA LECTURA
Lo sentó a su derecha en el cielo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23

Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama, cual la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cual la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Palabra de Dios.

O bien:
Cristo ha entrado en el mismo cielo
Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres —imagen del auténtico—, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces —como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo—. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
Palabra de Dios.

Aleluya Mt 28, 19. 20
Id y haced discípulos de todos los pueblos —dice el Señor—; yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

EVANGELIO
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

 +Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24, 46-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor.

LA VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

31 de mayo
VISITACIÓN DE LA
 
BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA
*

Apenas oyó Isabel el saludo de María, 
exultó el niño en su seno, y fue Isabel
 
henchida del Espíritu Santo.(Lucas, 1. 41).

   No bien la Virgen hubo sabido, por boca del ángel que Santa Isabel, su prima, iba a tener un hijo, se dirigió a las montañas de Judea para visitarla. Cuando estas dos santas mujeres se besaron, San Juan exultó de gozo en el seno de su madre y reconoció al Mesías que María llevaba en sus entrañas. En el mismo instante, San Juan Bautista fue purificado del pecado original. y Santa Isabel henchida del Espíritu Santo.

MEDITACIÓN SOBRE LA VISITACIÓN

   I. María te enseña hoy qué visitas debes hacer, y cómo debes comportarte en ellas. Va junto a Isabel por caridad y urbanidad: por caridad, porque es para ayudar a Santa Isabel y santificar a San Juan; por urbanidad, porque era su deber visitar a su prima de más edad que ella. No hagas visitas sin que la caridad o la necesidad te obligue a ello; todo lo demás es superfluo o peligroso. Visita a los pobres a los enfermos y a los prisioneros, es un deber de caridad.

   II. ¿Cuál es el tema de las conversaciones entre María e Isabel? Apenas se saludaron, como se hace entre parientes, en seguida se pusieron a hablar de Dios. ¿Se parecen tus visitas a ésta? ¿Las burlas, la murmuración, la interpretación maligna de la conducta del prójimo, las palabras de doble sentido, la calumnia, no constituyen, acaso, el fondo de tus conversaciones? Señor, si se os amase en el mundo, no se conversaría en él sino de Vos. Desvía con habilidad los discursos malos que se tienen en tu presencia, y siempre di algo que pueda edificar a tu prójimo. 

   III. María regresó a su casa una vez que Isabel pudo prescindir de sus servicios. Suprime las visitas ociosas: cuanto más permanezcas en tu casa, tanto menos disipará tu devoción. Es difícil frecuentar las reuniones mundanas sin encontrar en ellas malos ejemplos; y éstos arrastran mucho más que los buenos. Nos sentimos inclinados a imitar a los malos, más fácilmente reproducimos los defectos que las virtudes. (San Jerónimo).

La caridad
Orad por las religiosas de la Visitación.

ORACIÓN
   Dignaos, os lo suplicamos, Señor, acordar a vuestros servidores el precioso don de la gracia celestial, a fin de que esta fiesta solemne de la Visitación de la Santísima Virgen nos obtenga el acrecentamiento de la paz, así como su alumbramiento ha sido para nosotros el principio de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.



  • * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo III, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

LA VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, Fiesta

 PRIMERA LECTURA

Compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.
Lectura carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 9-16b

Hermanos:

Que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno.

Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor.

Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.

Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran.

Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde.

Palabra de Dios.

Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6
R. Es grande en medio de ti el Santo de Israel.

«Él es mi Señor y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.

«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso». R.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. R.

Aleluya Cf. Lc 1, 45
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Bienaventurada tú, que has creído, Virgen María,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. R.

EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se  cumplirá».

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor.


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viernes, 30 de mayo de 2025

SANTA JUANA DE ARCO, Virgen

30 de Mayo
SANTA JUANA DE ARCO,
(*)
Virgen
 Bienaventurados los que padecen persecución por la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo, 5,10).

   Nacida en Domrémy en 1412, Juana de Arco, hija de un humilde campesino, fue inspirada por voces sobrenaturales y, a la edad de 17 años, persuadió al rey de Francia, Carlos VII, a que la pusiese al frente de un ejército contra los invasores ingleses. Después de varias victorias, seguidas de la consagración de Carlos VII en Reims, Juana fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses, que la hicieron quemar viva el 31 de mayo de 1431. Fue canonizada en 1920.

MEDITACIÓN
 EL SECRETO PARA SER FELIZ
EN ESTE MUNDO
   I. ¿De dónde proviene que encuentras la vida penosa y fastidiosa? Es porque deseas muchas cosas que no puedes tener, y porque tienes aversión al estado en el que estás. No quieres ser pobre, estar enfermo o ser despreciado; cuando esto te acaece, caes en la desesperación: quisieras estar siempre sano, ser siempre rico, siempre estimado; si esto te falta estás triste. ¡Ah! si supieses padecer las pruebas de la vida no desear lo que no tienes, ¡cuán dichoso serias! Desgraciados ante los ojos de los ignorantes, los santos no pueden ser sino dichosos. (Salviano).
   II. ¿Acaso no es ser feliz en esta vida tener las promesas de la vida eterna? Los que sufren tienen estas promesas, porque Nuestro Señor les ha asegurado que serán consolados en el cielo; por el contrario. Él condena al rico malo que gozó toda suerte de bienes en este mundo. ¡Dichosos del siglo: cuidado, vuestra dicha es el triste presagio de la desdicha eterna que os espera en la otra vida!
   III. Jesucristo ha venido a este mundo a enseñarnos el secreto para ser felices, no sólo en la otra vida sino aun en ésta. Para ello, nos ha recomendado el amor a los sufrimientos. Los santos lo han imitado, y han vivido muy contentos en medio de las tribulaciones de este mundo. Estás en un error, hermano mío, si quieres regocijarte en el mundo, y vivir después con Jesucristo en el cielo. (San Jerónimo).

 La paciencia
Orad por los afligidos.

ORACIÓN
   Escuchadnos, Señor, Dios Salvador nuestro, y haced que, así como nos regocijamos con la fiesta de vuestra bienaventurada virgen Juana, obtengamos provecho, en nuestra inteligencia, de estos sentimientos de piedad y de devoción.  Por J. C. N. S.  Amén.




  • * Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

SAN FERNANDO, Rey de Castilla y de León

30 de Mayo
SAN FERNANDO,
(*) 
Rey de Castilla y de León
Roguemos incesantemente, en nuestras oraciones al Señor
 que nos dé reyes o gobernantes como San Fernando,
que merezcan las bendiciones y no las maldiciones de sus pueblos

   El gloriosísimo rey san Fernando fue hijo de don Alfonso IX, rey de León y de doña Berenguela, la cual le crió a sus pechos, y así con la leche parece que mamó sus santas virtudes. Jamás dejó de obedecerla como a madre; y como algunos de los ricos hombres murmurasen de que después de ser rey estuviese tan rendido a su madre, dijo el rey santo: «En dejando de ser hijo, dejaré de serle obediente». Poseía en altísímo grado todas las prendas reales, y con sus virtudes tenía tan ganados a sus vasallos, que era más rey de sus corazones que de las ciudades de su reino. Tomó en sus manos la espada para hacer guerra a los moros que tiranizaban gran parte de España; pacificó los reinos de Castilla y de León, hizo tributarios a los reinos de Valencia y de Granada, conquistó los de Murcia, Córdoba, Jaén y Sevilla, y varios príncipes de África solicitaron su amistad con decentes partidos. En treinta y cinco años que peleó se contaron siempre sus batallas por sus victorias y sus empresas por sus triunfos. Nunca desnudé la espada (decía él) ni cerqué ciudad ni castillo, ni salí a empresa, que no fuese mi único motivo el dilatar la fe de Cristo; y por la mayor gloria y servicio de Dios no rehusaba ningún trabajo de la guerra, como si fuera soldado particular, hasta dormir en el duro suelo, y hacer las centinelas por su turno con los demás soldados en el sitio de Sevilla. Cuidaba mucho del alivio de sus vasallos, y no quería imponer nuevos tributos; y cuando se lo aconsejaban sus ministros con el buen pretexto de hacer guerra a los moros, respondía: "Más temo las maldiciones de una viejecilla pobre de mi reino, que a todos los moros del África". Ganada la ciudad de Sevilla, dispuso una solemnísima procesión de toda la gente lucida del ejército, de la nobleza, del clero y de los obispos, viniendo al fin la venerable efigie de nuestro Señora de los Reyes en un carro triunfal de plata. Los templos y oratorios que edificó a la Virgen santísima pasaron de dos mil. Finalmente después de un gloriosísimo reinado, conociendo el santo Monarca que se llegaba su fin, antes de que lo mandasen los médicos, se confesó para morir y pidió la sagrada Eucaristía, la cual recibió arrojándose de la cama y postrándose sobre la tierra con una soga al cuello. Despidióse después de la reina Juana y de sus hijos, pidió humildemente a los circunstantes que si tenían alguna queja de él, le perdonasen; y respondiendo que no tenían ninguna que perdonar, alzó ambas manos al cielo diciendo: «Desnudo nací del vientre de mi madre a la tierra y desnudo vuelvo a ella» Mandó luego que cantasen el Te Deum, y en el segundo verso que dice, «a ti Eterno Padre venera toda la tierra» inclinó la cabeza y entregó su espíritu a Dios.

REFLEXIÓN
  Dicen los historiadores: «Cuando murió el rey don Fernando todo el reino hizo un gran sentimiento: los hombres se mesaban las barbas y las mujeres principales se arrancaban los cabellos, y sin atender al decoro de sus personas, salían por las calles llorando y poblando de clamores el aire. Todos lloraban y decían: Ojalá no hubiese nacido, o no hubiese muerto el príncipe. Y hasta el mismo Alhamar mandó cien moros con achas encendidas a sus exequias» No nos olvidemos pues de rogar incesantemente, en nuestras oraciones al Señor que nos dé reyes o gobernantes como san Fernando, que merezcan las bendiciones y no las maldiciones de sus pueblos.

ORACIÓN
   Oh Dios, que concediste al bienaventurado Fernando, tu confesor, que pelease tus batallas y que venciese a los enemigos de tu fe, concédenos por su intercesión la victoria de nuestros enemigos corporales y espirituales. Por J. C. N. S. Amén.



  • * Flos Sanctorum de la Familia Cristiana, P Francisco De Paula Morell, S. J., Ed. Difusión, S. A., Buenos Aires, 1943.

VIERNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA
Muchos de esta ciudad son pueblo mío
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18, 9-18
Estando Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:
—«No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.»
Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra de Dios.
Pero, siendo Gallón procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron en masa contra Pablo, lo condujeron al tribunal y lo acusaron:
—«Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la Ley.»
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Gallón dijo a los judíos:
—«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, seria razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, arreglaos vosotros. Yo no quiero meterme a juez de esos asuntos.»
Y ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal. Gallón no hizo caso.
Pablo se quedó allí algún tiempo; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se afeitó la cabeza, porque había hecho un voto.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 46, 2-3. 4-5. 6-7 (R/.: 8a)
R/. Dios es el rey del mundo.
O bien:
Aleluya.

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Aleluya Lc 24, 26
Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, para entrar en su gloria.


EVANGELIO
Nadie os quitará vuestra alegría
 +Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.» Palabra del Señor.

jueves, 29 de mayo de 2025

SAN MAXIMINO, Obispo de Tréveris

29 de Mayo
SAN MAXIMINO,
(*)
Obispo de Tréveris



   Fue san Maximino natural de la ciudad de Poitiers, fue hijo de padres clarísimos en linaje, descendientes de senadores. Tuvo por hermano a san Majencio, que fue obispo de Poitiers, y él a su vez lo fue de Tréveris, por nombramiento de san Agricio y consentimiento de todos los clérigos. Grandes fueron las cosas que hizo en defensa de la fe católica sin temer jamás al emperador Constancio, hereje arriano. Cuando todo el Oriente se levantó contra el glorioso san Atanasio, que andaba huido y desterrado, no hallando donde acogerse en todo el imperio, san Maximino le recibió y le tuvo hospedado en su casa hasta que pasó aquella tempestad. Hizo juntar un concilio en Colonia para excomulgar y privar de la cátedra al obispo Eufrates, hereje, que perdía aquella tierra. Hallóse también en el concilio celebrado en Milán para expulsar a los herejes Eusebinos, y de acuerdo con san Atanasio y el Papa Julio y el célebre Osio de Córdoba, propuso san Maximino al emperador Constancio la necesidad de un concilio general que se celebró en Sárdica, donde fue de nuevo restablecido en su silla san Atanasio, y depuestos los principales Eusebianos. Aunque estos se reunieron después en Filipópoli de Tracia y tuvieron allí un conciliábulo que llamaron de Sárdica, para confundir con este equívoco las decisiones del verdadero concilio, y osaron excomulgar a san Maximino, al Papa Julio, a Osio y a san Atanasio, no pudieron con toda su malicia prevalecer sobre la entereza con que el santo defendió la verdadera fe. Acreditó el glorioso san Maximino la verdad católica alumbrando ciegos, sanando paralíticos, curando endemoniados y obrando muchos y extraños prodigios. Yendo una vez camino de Roma con san Martín, un oso feroz les mató el jumentillo que les llevaba la ropa; entonces san Maximino mandó al fiero animal   que tomase sobre sí la carga, lo cual hizo el oso llévándola hasta un lugar llamado Ursaria, donde san Maximino lo despidió. Finalmente lleno de méritos y trabajos, murió en Poitiers, y su sagrado cuerpo fue trasladado a Tréveris con grande solemnidad, obrando el Señor por él innumerables prodigios. El terror a los normandos, que pasaban a sangre y fuego los templos y monasterios, movió a algunos religiosos a ocultar las reliquias de san Maximino en el año 882, dentro de una cueva; con este motivo se perdió la noticia de ellas, hasta que habiéndose caído una grande peña, abrió con el golpe parte del sepulcro, y fueron descubiertas por la fragancia que despedían, y se vio con admiración de todos entero el santo cuerpo, e intactos sus vestidos al cabo de tantos años.
 

REFLEXIÓN

  Quiere Dios para gloria suya y de sus santos que los animales y la naturaleza les estén sujetos, como se veía en san Maximino. ¿Y, qué hombre tan ciego hay que no vea por estos argumentos que la religión católica que autorizan los santos con sus milagros, es la que enseñó a los hombres aquel mismo Dios omnipotente que hizo el cielo y la tierra? Recibámosla pues de su mano divina como hemos recibido de ella el cuerpo y el alma; y así como le somos agradecidos por la luz de los ojos que nos ha dado, tanto y mucho más debemos darle gracias por la luz sobrenatural de la fe, que ha infundido en nuestras almas, y por la revelación que ha hecho a los hombres de su divina verdad por medio de Jesucristo, testigo de sus soberanos secretos.
 
ORACIÓN

   Suplicámoste, oh Dios todopoderoso, que en esta venerable solemnidad de tu confesor y pontífice san Maximino, acrecientes en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra eterna salud. Por J. C. N. S. Amén.


* Flos Sanctorum de la Familia Cristiana, P Francisco De Paula Morell, S. J., Ed. Difusión, S. A., Buenos Aires, 1943. 1

JUEVES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA
Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18, 1-8

En aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila, judío natural del Ponto, y a su mujer Priscila; habían llegado hacia poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma.
Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a trabajar en su casa; eran tejedores de lona. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos.
Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, sosteniendo ante los judíos que Jesús es el Mesías.
Como ellos se oponían y respondían con insultos, Pablo se sacudió la ropa y les dijo:
—«Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo culpa. En adelante me voy con los gentiles.»
Se marcho de allí y se fue a casa de Ticio Justo, hombre temeroso de Dios, que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios que escuchaban creían y se bautizaban.
Palabra de Dios.


Salmo responsorial Sal 97, 1-2ab. 2cd-3ab. 3cd-4 (R/.: cf. 2d)
R/. El Señor revela a las naciones su victoria.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/.


El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.


Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R/.


 

Aleluya Jn 14, 18
No os dejaré huérfanos —dice el Señor—; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón.
 

EVANGELIO
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría

 +Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.»
Comentaron entonces algunos discípulos:
—«¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?»
Y se preguntaban:
—«¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice.»
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
—«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.»
Palabra del Señor.

miércoles, 28 de mayo de 2025

SAN GERMÁN, Obispo y Confesor



                                         28 de Mayo 
                                                     SAN GERMÁN,
                                   Obispo y Confesor
 


 Era peregrino, y me hospedasteis;
estaba desnudo, y me vestisteis;
  estaba enfermo, y me visitasteis;
estaba en prisión, y vinisteis a Mí.
(Mateo, 25, 35-36).

   San Germán, obispo de París, tenía tanta compasión por los pobres prisioneros que, no pudiendo obtener su liberación de los hombres, pedíala a Dios y rompía sus cadenas mediante sus plegarias. Su casa estaba sin cesar invadida por una muchedumbre de desventurados, a quienes servía de padre. Siempre tenía varios pobres a su mesa, donde nada veíase que no fuese simple y frugal. Fue advertido del día de su muerte y lo hizo escribir en la cabecera de su lecho. Puesto que tú no sabes el día de la tuya, piensa en ella todos los días. 


MEDITACIÓN SOBRE
LAS OBRAS DE MISERICORDIA

   I. Estás obligado a hacer obras de misericordia: no es sólo un consejo que Jesucristo te da, es un mandamiento que te impone; y si no lo observas, no hay paraíso para ti. En el día del juicio, te salvarás por haber practicado las obras de misericordia, o te condenarás por haberlas descuidado; porque todo lo que haces o rehúsas a tu prójimo, a Jesucristo mismo es a quien lo haces o lo rehúsas. Da poco para recibir mucho, da un pedazo de pan para recibir el paraíso. (San Pedro Crisólogo). 

   II. Da ropa a los pobres que carecen de ella; tú estás cubierto de oro y de seda, da por los menos lo que tienes en exceso para cubrir los miembros de Jesucristo; visita a los enfermos, sobre todo a los pobres, y ayúdalos cuanto puedas. Vete a las cárceles, ocúpate de los desdichados que gimen en ellas: si son inocentes, merecen que les tengas piedad; si son culpables, acaso tú lo seas más que ellos. Si hubiera de encarcelarse a todos los que han ofendido a la majestad de Dios, el mundo no seria más que una dilatada prisión. 

   III. Si tu pobreza no te permite asistir con tus bienes a esas tres clases de personas, hazles una caridad espiritual: visita a los presos, consuela a los pobres y a los enfermos; agradece a Dios el que no haya permitido que te veas reducido al estado en que los ves. En fin, graba bien en tu espíritu este pensamiento: Espera en vano misericordia aquél que, a su vez, no usó de misericordia. (San Pedro Crisólogo). 

La práctica de las obras de misericordia
Orad por los prisioneros. 

ORACIÓN
   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Germán, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.


MIÉRCOLES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA
Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 17, 15. 22 -- 18, 1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
—«Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido."
Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para
que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios.
Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: "Somos estirpe suya."
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.»
Al oír «resurrección de muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
—«De esto te oiremos hablar en otra ocasión.»
Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto. 

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14
R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo, todos sus ejércitos. R/.


Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. R/.


Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.


Él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido. R/.



Aleluya Jn 14,16
Le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros.
 

EVANGELIO
El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena

 +Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.  Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.  Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará.»
Palabra del Señor.

martes, 27 de mayo de 2025

SAN AGUSTÍN DE CANTORBERY, Obispo y Confesor

27 de Mayo
SAN AGUSTÍN DE CANTORBERY,(*)

Obispo y Confesor





   San Agustín de Inglaterra o de Cantorbery debe ser considerado como el apóstol de los anglosajones, por ser quien, junto con los treinta y nueve monjes que le acompañaban, dio comienzo en 596 a su conversión. Es cierto que la primera idea y el impulso principal vino de San Gregorio Magno; pero él fue quien echó sobre sus hombros y realizó una buena parte de aquella empresa, que llegó a su feliz término a fines del siglo VII, hacia el año 680. Todo esto coloca a San Agustín de Cantorbery entre los grandes apóstoles de Cristo, al lado de San Patricio de Irlanda, de San Bonifacio de Alemania y de tantos otros evangelizadores de la fe.
   Nada sabemos sobre su vida anterior al año 596, en que dio comienzo a su gran empresa, sino que era monje y prior en el monasterio de San Andrés, que San Gregorio Magno había fundado en Roma. En Inglaterra había penetrado el cristianismo desde muy antiguo, según se desprende de los testimonios de Tertuliano y Orígenes. Así, en pleno siglo IV, sus habitantes, los bretones, eran en buena parte cristianos; pero, al retirarse las legiones romanas a principios del siglo V, se vieron acosados por los pictos y escoceses, y, no sintiéndose con fuerzas para defenderse contra ellos, llamaron en su auxilio a los sajones del norte de Alemania. Efectivamente, hacia el año 449 entraron éstos por la isla de Thanet y rápidamente fueron conquistando la Gran Bretaña y, volviéndose contra los mismos bretones, los fueron acorralando, a ellos y a los demás indígenas, a los territorios occidentales de la isla. De este modo un buen número de bretones emigraron al norte de Francia, al que dieron el nombre de Bretaña, y los demás quedaron reducidos a los territorios de Gales y Cornualles. Aquí poseían los bretones durante el siglo VI florecientes monasterios, excelentes príncipes cristianos y grandes obispos, como San David de Menevia († 544) y los Santos Paterno, Udoceo y otros. Mas, por otra parte, su odio nacional contra los anglosajones fue creciendo de tal manera que imposibilitaba por completo cualquier intento de evangelización. De este modo, el pueblo anglosajón persistía en el paganismo, y en las siete provincias en que había dividido la Gran Bretaña el cristianismo había prácticamente desaparecido.

   Pero lo que los cristianos bretones, movidos de su odio nacional contra los anglosajones, no querían o no podían realizar, es decir, la conversión de este pueblo pagano, lo intentó y realizó el Romano Pontífice desde Roma. Ya fue un buen principio el hecho de que, a fines del siglo VI, el joven rey de Kent, Ethelberto, aunque pagano, tomó por esposa a la cristiana Berta, hija del rey merovingio de Francia, y al mismo tiempo la dejó en plena libertad para practicar su religión. Tal vez este hecho fue el que suscitó en San Gregorio Magno (590-604) la idea de la evangelización de tan noble pueblo. El hecho, bien atestiguado por los historiadores antiguos, es que este gran Papa dio orden al presbítero Cándido, administrador suyo en los territorios provenzales pertenecientes al patrimonio de San Pedro, para que le procurara algunos esclavos anglosajones, muy abundantes entonces en el puerto de Marsella. Su plan era educarlos en algunos monasterios de Roma y enviarlos luego a evangelizar a sus compaisanos de la Gran Bretaña.
   Pero San Gregorio Magno, el hombre de las grandes empresas, no tuvo paciencia para esperar la realización de este plan, que necesariamente debía ser muy lento. La circunstancia de la muerte, a principios del 596, del rey de Austrasia y la subida al trono de Brunequilda, tan adicta a los planes de San Gregorio, acabó de determinarlo. Efectivamente, el mismo año 596 escogió al abad Agustín, bien conocido por la solidez de sus virtudes y su espíritu ardiente y emprendedor, que no se arredraba ante ninguna dificultad cuando se trataba del servicio de Dios, para que, acompañado de un buen número de monjes misioneros, acometiera aquella gloriosa empresa de la conversión de Inglaterra. Escogidos, pues, los treinta y nueve monjes que debían acompañarle, partieron en la primavera del año 596 para Francia en dirección a la Gran Bretaña.
   Llegados a la Provenza, se detuvieron unos días en el célebre monasterio de Lerins, donde fueron magníficamente acogidos por su abad Esteban, el obispo de Aix, Protasio, y el patricio Arigio. Ansioso San Agustín de dar comienzo a su empresa, siguió preparando todo lo que era necesario para la misión de Inglaterra; pero, entretanto, sus compañeros se espantaron de tal manera al escuchar de los monjes de Lerins las descripciones sobre las dificultades de la conversión de los anglosajones, y sobre todo sobre la extrema crueldad de este pueblo, que Agustín se vio forzado a volver con ellos a Roma.
   Pero San Gregorio Magno no retrocedía fácilmente ante una empresa comenzada. Haciéndose cargo de las inmensas dificultades que se oponían a tan ardua empresa, con la afectuosa energía que le era característica, procuró suscitar en el corazón de aquellos misioneros los sentimientos de generosidad con el Señor, que los escogía para una obra tan de gloria suya; invistió a San Agustín con la dignidad abacial, les proveyó abundantemente de cartas de recomendación para los obispos de Francia y la reina Brunequilda, y de este modo partieron de nuevo, llenos del mayor entusiasmo, para Inglaterra. Pasaron el invierno en Autun, siguieron luego por Orleáns y Tours, y, finalmente, acompañados de algunos intérpretes, se embarcaron, probablemente en Boulogne, con rumbo a la Gran Bretaña.
   Era la hora señalada por la Providencia. En la primavera del año 597 San Agustín de Inglaterra, con el ejército de monjes que le acompañaban, desembarcaba en la isla de Thanet, es decir, en el mismo lugar donde siglo y medio antes habían desembarcado los invasores. La segunda conquista de Inglaterra que ahora se emprendía, era más difícil y debía durar más tiempo que la primera; era de un tipo puramente espiritual. Las crónicas antiguas se complacen en presentarnos a la figura, casi gigantesca, de San Agustín, que sobresalía por encima de todos los demás. Al acudir el rey Ethelberto a su llamada, los misioneros aparecieron ante él llevando por delante una gran cruz y recitando procesionalmente las letanías. Impresionado el rey ante aquel espectáculo y ante la petición que se le hacía de que se les concediera amplia libertad para predicar el Evangelio, quiso primero escuchar una exposición sumaria sobre la doctrina cristiana y la obra redentora de Jesucristo, y luego concedió generosamente lo que le suplicaban.
   Agustín y sus compañeros pusieron al punto manos a la obra. Dirigiéronse a Dorovernum o Cantorbery, capital de la provincia o reino de Kent, y allí junto a la capilla de San Martín, utilizada por el capellán de la reina Berta, Liudardo, establecieron su primera residencia e iniciaron la predicación. El pueblo acudía espontáneamente a la explicación del Evangelio de Cristo, y, viendo el admirable ejemplo de San Agustín y sus compañeros, se sentían impulsados a la doctrina que les anunciaban. La primera conversión insigne fue la del mismo rey, ya preparada por la suave influencia de su cristiana esposa y el trabajo paciente de su capellán. Después de instruido convenientemente, el 2 de junio del año 597, recibió las aguas del bautismo.
   Con todo esto se fue preparando el gran acto de las Navidades del 597, que marcan, indudablemente, el punto de partida de la conversión en masa del pueblo anglosajón. Con su acostumbrada prudencia, Ethelberto quiso dejar en plena libertad religiosa a todos sus súbditos, y así gran número de nobles, guerreros y masas del pueblo continuaron recibiendo la instrucción necesaria, hasta que el 25 de diciembre se celebró con gran solemnidad el bautismo de una inmensa muchedumbre, que algunos elevan a diez mil. Entre esta multitud de nuevos cristianos se hallaban muchos miembros de la más elevada nobleza de Kent. El celo apostólico de San Agustín recibía su primera recompensa. Con esto quedaba él consagrado como el apóstol de los anglosajones, el apóstol de Inglaterra.
   Fácilmente se comprende la inmensa alegría que experimentó el Papa San Gregorio Magno al recibir la noticia de todos estos acontecimientos de boca del presbítero Lorenzo y del monje Pedro, enviados expresamente a Roma por San Agustín. Su ensueño era ya una realidad. Sin poder contener su entusiasmo, escribió al punto a su amigo Eulogio, patriarca de Alejandría, dándole cuenta de tan halagüeñas noticias. Asimismo dirigió sendas cartas de congratulación a sus colaboradoras, Brunequilda, reina de Austrasia y Neustria, y Berta, esposa de Ethelberto, de Kent. Pero, sobre todo, escribió a San Agustín, héroe principal e instrumento de Dios en la conversión de Inglaterra.
   Por su parte, Agustín procuró desde entonces asegurar y llevar adelante la obra comenzada. Para ello, sea antes del gran acto de las Navidades, sea poco después de él, se dirigió a Francia, y allí recibió del obispo de Arlés la consagración episcopal. Por otra parte, el presbítero Lorenzo y el monje Pedro volvieron pronto de Roma cargados de reliquias, instrumentos del culto y libros religiosos, que fascinaban a los pueblos recién convertidos; pero, sobre todo, traían consigo nuevos misioneros, que el Papa enviaba a Inglaterra. Ethelberto, por su parte, colaboraba a esta grandiosa obra de San Agustín. Hizo donación de su propio palacio, que al punto fue convertido en monasterio y residencia del obispo, En lugar de un templo pagano, hizo levantar una iglesia cristiana, dedicada a San Pancracio, y no lejos de allí hizo construir la abadía de San Pedro y San Pablo, que más tarde tomará el título de abadía de San Agustín, tumba de los reyes y obispos de Kent. En el interior de la ciudad se elevará la iglesia de Cristo, que recordará la basílica de Letrán, de Roma.
   De este modo, la obra de San Agustín realiza rápidos progresos. Por esto, el año 601 envía de nuevo a Roma sus legados Lorenzo y Pedro, quienes informan ampliamente al Papa y le piden nuevos misioneros y abundantes instrucciones para su obra de evangelización. A todo accede San Gregorio Magno, lleno de comprensión y entusiasmado ante el heroísmo de aquellos abnegados apóstoles. Una nueva expedición de doce misioneros sale de Roma para Inglaterra en junio de 601, bajo la dirección de Melitón. Este lleva a San Agustín las respuestas del Papa a multitud de consultas de orden disciplinario y litúrgico, donde, dando el más insigne ejemplo de prudencia y comprensión y de lo que hoy día se denomina espíritu de acomodación, da disposiciones acertadísimas. Respecto de los templos "no conviene —decía—derribarlos, sino solamente los ídolos en ellos existentes". De un modo semejante, por lo que se refiere a las costumbres nacionales, "como hay costumbre —le dice— de hacer sacrificios de bueyes a los demonios, es conveniente cambiarla en una fiesta cristiana. Así las fiestas de la Dedicación y de los Mártires podrían celebrarlas por medio de banquetes fraternales".
   Junto con estas instrucciones, los nuevos misioneros y legados del Papa traían a San Agustín otras misivas importantes. En primer lugar, le entregaron de parte del Papa el palio arzobispal, a lo que se añadía su nombramiento como primado de todas las iglesias de Inglaterra. Como complemento de todo, enviaba el Papa un plan completo de la organización jerárquica de toda la Gran Bretaña o la Heptarquía. que sólo, poco a poco, se fue realizando. Ante todo, Londres y York, ya desde los bretones sedes episcopales, eran constituidas en metropolitanas para el sur y norte de Inglaterra, y a cada una se le asignaban doce sedes episcopales sufragáneas.
   Tal fue el conjunto de las instrucciones y disposiciones enviadas por San Gregorio Magno a Inglaterra el año 601. Indudablemente, las disposiciones sobre la organización jerárquica eran prematuras. Pronto se vio que, en lugar de Londres, era preferible erigir a Cantorbery como metropolitana y juntamente primada de Inglaterra. Con el entusiasmo y el optimismo suscitado en Roma por los triunfos obtenidos, fácilmente se imaginaban que la conversión de toda la Heptarquía era cuestión de poco tiempo. Esto iría enseñando que en asunto tan importante sólo se podía avanzar lentamente.
   Así, pues, por el momento, San Agustín era el único obispo para la Gran Bretaña sajona. Pero mientras los demás misioneros, alentados con los nuevos estímulos y nuevos instrumentos recibidos de Roma, y robustecidos con la nueva falange de apóstoles, continuaban avanzando en la evangelización del territorio de Kent, San Agustín realizaba, por así decirlo, un intento de carácter diplomático. Concibió, pues, el plan de entrevistarse con los dirigentes de la iglesia bretona, con el fin de llegar a un acuerdo, con lo cual obtendría de ellos gran abundancia de misioneros. Le era bien conocido el odio existente entre las dos razas; pero era necesario intentar la unión, con la esperanza de que el espíritu cristiano se sobrepusiera a todos los rencores nacionales. Llegóse, pues, el mismo año 601 a una asamblea entre San Agustín y los obispos y literatos bretones, representantes de su pueblo, venidos del gran monasterio de Bangor. San Agustín se presentó como legado pontificio, y pidió únicamente estas tres cosas: que renunciaran a su cómputo pascual; que siguieran el rito romano en la celebración del bautismo, dejando un conjunto de ceremonias especiales usadas entre ellos, y que trabajaran con los romanos en la evangelización de los anglosajones. Fue imposible llegar a un acuerdo. Ni podían avenirse a reconocer la autoridad superior de San Agustín, ni a abandonar sus ritos llamados culdeos, y mucho menos a evangelizar a sus mortales enemigos, los anglosajones.
   Reducidos, pues, a sus propias fuerzas, San Agustín y sus compañeros se lanzaron con nuevos bríos al trabajo de misionización. De este modo, en 604, a la muerte del gran protector de Inglaterra, San Gregorio Magno, se pudo establecer un segundo obispado en Rochester con su primer obispo, justo, quien inició sus ministerios en una humilde iglesia con el título de San Andrés. Al mismo tiempo se organizó un tercer obispado en Londres, mientras se iniciaba la evangelización de Essex. En efecto, Londres era la capital de la provincia o reino de Essex, y allí residía su príncipe Sébert, sobrino de Ethelberto de Kent. Envíale, pues, éste algunos misioneros, a cuya cabeza iba Melitón, a quien se nombró obispo de la nueva iglesia de Londres. El mismo Ethelberto sufragó los gastos para la construcción de la primera iglesia, dedicada a San Pablo, con todo lo cual se inició la misión de Essex, que poco después fue tomando rápido incremento.
   Hasta este punto llegó la obra de San Agustín en la conversión de la Gran Bretaña sajona, Al morir él en mayo de 605 sucedióle su discípulo predilecto Lorenzo, consagrado por él poco antes de morir. El territorio de Kent quedaba convertido en una buena parte, y se había iniciado la conversión de Essex. Además del obispado de Cantorbery existían los dos de Rochester y Londres. No era muy grande la extensión alcanzada por las conversiones anglosajonas, pero la semilla estaba echada. Aun estos territorios evangelizados tuvieron que atravesar una difícil prueba; pero la semilla se desarrolló después hasta llegar, durante todo el siglo VII, a la conversión de toda la Heptarquía. La encarnizada oposición entre los bretones y los anglosajones continuó durante largos años, hasta que, al fin, el año 664 se llegó a la definitiva unión, si bien a costa de alguna escisión dolorosa.
   Se ha pretendido rebajar el mérito de la obra y la personalidad de San Agustín de Inglaterra atribuyendo, por un lado, toda la gloria a San Gregorio Magno, y, por otro, echándole a él la culpa de la desunión con los bretones. Pero esto es sacar las cosas de sus quicios. En los comienzos de la gran empresa de la conversión de los anglosajones San Gregorio Magno, tiene la gloria de haberla ideado y protegido, y San Agustín la no menos grande de haberla realizado. Por otra parte, la desunión entre los bretones y anglosajones era cuestión de razas, exacerbada por los excesos cometidos por los invasores, y sólo con el tiempo pudo ser poco a poco superada. San Agustín fue sumamente venerado en la Edad Media y merece justamente el título de apóstol de la Gran Bretaña.
BERNARDINO LLORCA, S. I.

* Año Cristiano, Tomo I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1966