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Estoy persuadido de que los sufrimientos de la
vida
presente no son de comparar con aquella gloria venidera,
que se ha de manifestar en nosotros.(Romanos, 8, 18).
presente no son de comparar con aquella gloria venidera,
que se ha de manifestar en nosotros.(Romanos, 8, 18).
San Nemesión o Nemesio, detenido como culpable
de robo, probó su inocencia y ya estaba por ser puesto en libertad, pero fue
inmediatamente acusado de nuevo como cristiano durante la persecución de Decio y
confesó generosamente esta fe, de la que se le acusaba como de un crimen. Fue
condenado a ser quemado con unos malhechores. Estimó una dicha terminar su vida
como su divino Maestro en medio de facinerosos.
I. ¡Todos hemos ofendido a Dios y no queremos sufrir algo para apaciguar su cólera! Nuestros pecados nos han merecido el infierno, y cuando Dios, para evitarnos tormentos eternos, nos envía cortas y ligeras pruebas, nos derramamos en quejas y gemidos. ¿Qué condenado habría que no aceptase con placer el favor que con ello nos dispensa? Sufre, pues, con este pensamiento: Lo que yo sufro es poca cosa comparada con el infierno que he merecido.
II. Los sufrimientos de esta vida son
poca cosa en comparación con los consuelos que Dios nos envía, cuando sufrimos
animosamente por amor suyo. Estos consuelos son tan grandes, que embotan el
aguijón del dolor; si los santos lloran en la soledad, lo hacen de gozo; si se
quejan en el patíbulo, a menudo es porque la abundancia de los consuelos les
impide gustar la hiel y la amargura del dolor.
III. ¡Cuán insignificantes son nuestros
sufrimientos si los comparamos con la gloria que se nos promete en recompensa!
Por un momento de dolor, una eternidad de dicha! Además, el dolor nunca es
universal, siempre va templado con algún consuelo; el gozo, por el contrario,
será universal y sin mezcla de dolor alguno. Cuán leves parecerán nuestros
dolores si pensamos en estas tres verdades. Los sufrimientos de esta vida
nada son comparados con las faltas que hemos cometido, nada en comparación con
los consuelos que se nos prodigan y de la gloria que se nos promete. (San
Bernardo).
La paciencia
Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, oh Dios
omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Nemesión, vuestro mártir,
cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo
Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
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Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)
