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21 de febrero
SAN PEDRO DAMIÁN,*
Obispo y Confesor
Obispo y Confesor
Asegúrote de cierto que de allí no
saldrás
hasta que pagues el último maravedí.(Mat., 5, 26).
hasta que pagues el último maravedí.(Mat., 5, 26).
Pedro quedó huérfano desde muy joven y fue
enviado a casa de uno de sus hermanos, ya casado, quien lo trató duramente y lo
mandó a cuidar cerdos. Un día encontró una moneda de plata y la empleó en hacer
celebrar una misa por el alma de su padre. Dios recompensó su piedad filial.
Otro de sus hermanos, llamado Damián, lo recibió en su casa y lo hizo estudiar.
Más tarde, Pedro se unió a los Ermitaños de la Santa Cruz, entre los cuales se
distinguió por la austeridad de su vida. Esteban IX lo nombró cardenal obispo
de Ostia. Después de haber ilustrado su sede con sus eminentes virtudes, volvió
a la soledad de Fuente Avellana. Murió en Faenza, en 1072, volviendo de Ravena,
a donde el Papa lo había enviado a restablecer el orden y la obediencia a la
autoridad pontificia.
I. Debes socorrer a las almas del
purgatorio con tus oraciones y tus buenas obras. La caridad te obliga a ello con
relación a todos los cristianos, que son hermanos tuyos. Lo exige la justicia
con relación a tus amigos y a tus parientes: te dejaron sus bienes con la
condición que socorrieras a su alma. Acaso esté ella en el purgatorio por amarte
demasiado; en cambio no tienes compasión por ellos, te diviertes mientras ellos
arden en las llamas. Ten piedad de mí, ten piedad de mí, tú por lo menos, que
eres mi amigo, pues me ha tocado la mano de Dios. (Job).
II. Tú puedes aliviar a estas almas santas haciendo celebrar misas, comulgando, ganando indulgencias, ayunando, orando a Dios por ellas. Ellas no pueden sacarse a sí mismas de ese lugar de dolor; pero pueden obtenerte gracias del Cielo aun estando todavía en el purgatorio. Socórrelas e invócalas en tus necesidades, y experimentarás los efectos de su poder y de su agradecimiento.
III. Si haces esta caridad a los demás, Dios
permitirá que los demás rueguen por ti después de tu muerte. No te fíes, sin
embargo, en esto; haz tú mismo, durante esta vida, todo el bien que puedas hacer
para expiar las penas que debes por tus pecados. Las limosnas, las penitencias,
las buenas obras que hagas, mucho abreviarán tu purgatorio. No cuentes con tus
herederos, acaso se olvidarán de ti una vez que ya gocen de tus bienes. Evita,
cuanto puedas, los pecados veniales, puesto que son castigados tan rigurosamente
en la otra vida. ¡Ay! ¡cuántos cometes cada día!
La devoción a las almas del purgatorio
Orad por vuestros parientes difuntos.
ORACIÓN
Oh Dios todopoderoso, dignaos
concedernos la gracia de seguir los consejos y ejemplos del bienaventurado
Pedro, tu confesor pontífice, a fin de que por el desprecio de las cosas
terrenales obtengamos los gozos eternos. Por J. C. N. S. Amén.
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