Amadísimos, os conjuro para que 
   como extranjeros y peregrinos, 
   os abstengáis de los deseos carnales, 
  que combaten contra el alma. 
  (1 Pedro,
  2,11). 
   Tal fue la austeridad de este santo
  obispo de Gubbio, en Umbría, que puede decirse de él que sin cesar llevaba en
  su cuerpo la mortificación de Jesucristo. Este espíritu de penitencia, unido
  a un ardor insaciable por la oración, le hicieron adquirir una admirable
  dulzura. No sólo soportaba en silencio los ultrajes, sino que, a las
  injurias, respondía con una acrecentada benevolencia y caridad. Sabiendo
  que llegaba al término de su peregrinación redobló su celo por las almas que
  le habían sido confiadas. Enfermo ya de muerte, continuó instruyendo a su
  pueblo y, el 16 de mayo de 1160, emprendió vuelo hacia la patria celestial.
 
MEDITACIÓN 
   NUESTRA VIDA ES UNA 
  PEREGRINACIÓN 
   I. El cielo es nuestra patria; el mundo,
  el lugar de nuestra peregrinación o, más bien, de nuestro destierro. No
  hacemos sino pasar por este mundo, como un viajero por una posada; después de
  nuestra muerte en él ya no se piensa en nosotros. ¿Por qué, pues, amamos
  tanto este exilio? ¿Por qué tenemos tan poco amor por nuestra patria?
  ¿Piensas con frecuencia en el cielo, donde Dios, que es tu Padre, te espera?
  Cada día prepárate para la muerte, que es donde acaba el camino de esta vida. 
   II. Un viajero no se recarga de cosas
  inútiles, no levanta casa en los lugares por donde pasa, no se afana por ser
  en ellos tenido por liberal y magnífico. Las riquezas y los honores te
  embarazan y te retrasan. ¿Por qué te esfuerzas en brillar en esta vida? En el
  cielo es donde debes edificar morada y juntar tesoros, porque allí es donde
  habitarás eternamente. El hombre es tanto más feliz en esta vida cuanto más
  se aliviana por la pobreza y no gime bajo la carga de las riquezas. (Minucio Félix). 
   III. Ni los lugares más agradables
  retienen al viajero; su patria lo atrae con tal encanto que todo lo demás no
  hace sino aumentar su nostalgia. ¿Por qué te detienes en los placeres de esta
  vida? Piensa en los del cielo. Si Dios te envía aflicciones, es para que el
  mundo no te seduzca con sus encantos falaces. Sírvete del mundo, pero no te
  dejes encadenar por él. La vida es un hospedaje: entraste en él sólo por un
  momento y para partir. (San Agustín). 
El pensamiento del cielo 
  Orad por
  los peregrinos. 
ORACIÓN 
   Os suplicamos, Señor, que nos concedáis
  el auxilio de vuestra misericordia, y que, por la intercesión del
  bienaventurado Ubaldo, vuestro confesor pontífice, vuestra clemente mano nos
  ponga a cubierto de las emboscadas del demonio. Por J. C. N. S. Amén. 
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