8 de julio
SAN PROCOPIO,
Mártir (1303 d. C.)
SAN PROCOPIO,
Mártir (1303 d. C.)
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San Procopio fue un
comerciante extranjero, un alemán católico, que tenía su comercio en
Novgorod. Maravillado por la belleza de los oficios ortodoxos, abrazó la
ortodoxia, repartió sus riquezas entre los indigentes e ingresó como
monje al convento del Beato Varlaam de Ustiug, cerca de Novgorod. Poco
tiempo después, rehuyendo la notoriedad, se alejó a la ciudad de Ustiug.
Aquí eligió la difícil vida de necedad por Cristo, es decir, aparentar
la demencia para llegar a tener una completa humildad. De esta manera se
convirtió en el primer "necio" de Rusia. Muchos sufrimientos
tuvo que aguantar durante el cumplimiento de su difícil sacrificio.
Durante el verano y el invierno, portando 3 bastones de madera caminaba,
descalzo y mal vestido, pernoctando en los atrios o, simplemente, sobre el
suelo. Recibía limosnas de gente piadosa, pero, aunque estaba hambriento,
nada aceptaba de los que mediante engaños habían adquirido sus riquezas,
quedando así, sin comer nada durante varios días.
Una vez, durante una
terrible helada, aquella durante la cual los pájaros en vuelo se
congelan, el beato buscaba un refugio. En las casas no lo recibían. Hasta
los perros, al lado de los cuales quería entrar en calor, huían de él.
Procopio se estaba congelando. Repentinamente comenzó a soplar una
templada brisa celestial y un ángel rozó su rostro. Gracias a todo esto,
el beato entró en calor y volvieron sus fuerzas. Este milagro fue
relatado por el beato a Simón, un clerigo de la catedral; además le pidió
no difundirlo antes de su muerte.
Por sus sacrificios, el
beato fue distinguido con el don de clarividencia. Un día se inclinó ante una niña de 3 años y les dijo: "He aquí a la madre de un gran
santo." La niña fue la madre del Jerarca Esteban de Perm. En el año
1290, el beato durante una semana deambuló por la ciudad instando a los
habitantes a arrepentirse y rezar, para que el Señor salve a la ciudad del
destino de Sodoma y Gomorra (Génesis, capítulo 19). Nadie le creía.
Repentinamente apareció en el cielo una nube siniestra. La nube crecía y
crecía, de tal manera que el día se convirtió en noche. Centelleaban
los relámpagos, bramaba el trueno con tanta fuerza que estremecía los
muros de los edificios. El ruido de la tormenta tapaba el clamor de los
habitantes. Todos tuvieron un presentimiento de destrucción y de muerte.
Los habitantes corrieron a la catedral. Allí, ante el icono de la
Anunciación, rezaba el beato. Y el milagro ocurrió. Una fragancia llenó
el templo. La mirra que fluía del icono milagroso era tan abundante que
se pudieron llenar todos los recipientes que se encontraban en la iglesia.
La gente se untaba y se curaba de sus males. Después del sofocante aire
refrescó y se asomó el sol. A 20 km. de Ustiug, en el prado de Kotovalsk
las nubes desencadenaron granizo y relámpagos. El granizo quebró el
bosque de muchos años, pero no produjo daño ni a la gente, ni a los
animales. En recordación de la salvación de la ciudad de su destrucción,
fue establecida la festividad del icono de la Virgen de Ustiug.
Conversando con la gente
devota, cada palabra y cada acción del santo fueron consejos y
prevenciones. En el año 1303 falleció el virtuoso Procopio, ya muy
anciano, en las puertas del monasterio de Arjangelsk. Sobre su tumba
ocurrieron muchos milagros. Están registradas también las apariciones
del "elegido" de Dios.