Híceme flaco con los flacos, para ganar a los  flacos.
Híceme todo para todos, para salvarlos a todos.(I Corintios, 9, 22).
Híceme todo para todos, para salvarlos a todos.(I Corintios, 9, 22).
   San Francisco Javier, nacido en Navarra en  1506, fue convertido en París por San Ignacio de Loyola y, en 1541, partió para  las Indias y después llevó, era la primera vez que se lo hacía, al Japón la luz  de la fe. Convirtió decenas de millares de almas, sanó inmenso número de  enfermos, resucitó muertos y calmó tempestades. Su amor por los sufrimientos le  hacía rehusar los consuelos del Cielo y desear las fatigas. En medio de las  delicias con que el Señor inundaba su alma, exclamaba: ¡Basta! y en sus  sufrimientos: ¡Señor, dadme más! Murió en 1552, en la isla de Sancián,  frente a la China en la que tanto había deseado predicar el Evangelio.   
   I. El amor de Dios, que San Francisco  Javier había bebido en los Ejercicios espirituales de San Ignacio, de tal  modo abrasaba su corazón, que su único deseo era trabajar en la extensión de su  gloria. Amor divino, abierto está mi corazón, consumido con los ardores que  abrasan el alma del gran Javier. En cuanto a vosotros, placeres de la tierra,  desde ahora os dejo; hasta aquí me he consagrado al mundo, a sus vanos honores y  a sus placeres falaces. Muy justo es amar sobre todas las cosas a Aquél en  quien puedo encontrar el cumplimiento de mis deseos. (San Euquerio)   
   II. El amor al prójimo le hizo emprender largos  y penosos viajes para la conversión de las almas. Este amor lo condujo a los  hospitales donde, para vencerse a sí mismo y aliviar a los enfermos, llevó el  heroísmo hasta succionar el pus de sus úlceras. ¿Estoy yo animado del mismo celo  y del mismo amor por el prójimo? ¿Qué hago para aliviar sus necesidades  temporales y espirituales?   
   III. El amor a los sufrimientos le hizo desear  quedar prisionero en China por el resto de sus días y padecer allí el martirio.  Se privó de todos los placeres aun más inocentes, y ejerció en su cuerpo muy  grandes austeridades, en expiación de sus pecados y de los del prójimo. ¡Qué  cobarde que soy yo! en los sufrimientos digo siempre: ¡Basta! y San Francisco  Javier exclamaba: "¡Todavía más, Señor, más todavía!" Dios mío, no tengáis en  cuenta mi repugnancia; aumentad mis sufrimientos, pero aumentad al mismo tiempo  mi paciencia y mi amor.   
El celo por las almas 
Orad por la Compañía de Jesús. 
ORACIÓN   
   Oh Dios, que habéis querido unir a vuestra  Iglesia los pueblos de la India mediante la predicaci6n y los milagros del  bienaventurado Francisco, concedednos, en vuestra misericordia, que imitemos las  virtudes de aquél de quien hoy honramos los gloriosos méritos. Por J. C. N. S.  Amén.  
 Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)   
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